Los nuevos juegos del amor
En los últimos tiempos se hicieron evidentes las ganas de encontrar otras formas de vivir el amor. La nueva manera podría denominarse con la expresión genérica de “pareja amorosa”.
Su basamento yace en el reconocimiento del otro como “otro”, y en la aceptación de las diferencias. También en la alianza para el cultivo del juego propio de cada cual.
La forma de lo nuevo todavía está en las tinieblas del amanecer. Aún no es posible precisar sus contornos. Sin embargo, no creo que se presente como otro camino uniforme, sino más bien como distintos juegos del amor posibles, que se validarán a sí mismos por la intensidad, la alegría y el goce que conlleven.
En este terreno la búsqueda es difícil, tanto en el plano individual como en el de la pareja. Deseamos nuevas maneras de vivir el amor, pero no sabemos nada de ellas, y por lo tanto no las creemos posibles. Todo resulta riesgoso, como al caminar por una cornisa: de un lado la aridez de una terraza conocida, del otro la posibilidad de un vuelo creador, voluptuoso y vital que por desconocido se nos presenta como un abismo plagado de peligros.
La búsqueda de la pareja amorosa se despliega en una zona muy sensible y lábil de nuestra existencia. De allí que sea necesario caminar con cautela, proponerse un camino progresivo en el que cada paso de apertura posibilite otro.
Ninguna matrimonio se convierte en pareja amorosa a través de un salto al vacío. El proceso tiene lugar como un ir abriéndose, un ir dándose paulatino de las nuevas maneras.
En el plano del amor la revolución no existe. Lo que hay son débiles apariciones de nuevas sendas que, en su entretejerse, van conformando hilos cada vez más consistentes, hasta que la relación comienza a colorearse con nuevos tonos. Para que esto suceda hace falta dedicación atenta y creativa.
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