sigmund freud y la pulsión de muerte

Freud designa a las pulsiones de muerte como la categoría fundamental de pulsiones que se opone a las pulsiones de vida, con el fin de reducir completamente las tensiones, o sea, volver al individuo vivo al estado inorgánico de quietud y reposo.

Estas pulsiones de muerte se orientan en un primer momento hacia el interior del sujeto e intentan destruirlo, y en segundo lugar, se manifestarían exteriormente en forma de agresión destructiva.

Esta hipótesis especulativa de Freud es una de las más controvertidas de su teoría, que para justificarla sería necesario relacionarla con la evolución de su doctrina para llegar a descubrir su necesidad.

La tesis de Freud con referencia a la pulsión de muerte, representa la orientación de todo ser viviente a retornar al estado inorgánico, si se admite que un ser vivo aparece después de lo no vivo; y desde esta perspectiva, cada ser vivo deja de existir necesariamente por causas internas.

La misión de la libido es hacer inofensiva a esta pulsión, derivándola hacia los objetos del mundo exterior, como pulsión destructiva, pulsión de dominio o voluntad de poder.

Una parte de esta pulsión desempeña un rol importante en la función sexual, por ejemplo en el sadismo y otra parte queda ligada en el organismo, como en el masoquismo erógeno originario.

Freud describe en el desarrollo de la libido, la combinación de la pulsión de vida y la pulsión de muerte, en su forma sádica y masoquista.

Uno de los motivos que llevaron a Freud a establecer la existencia de una pulsión de muerte fue considerar los fenómenos de repetición que se observa en los pacientes, que no se pueden reducir a la búsqueda del placer de la libido o al intento de controlar las experiencias no placenteras.

Otro de los motivos es la importancia de la ambivalencia, tal como se observa en la neurosis obsesiva y en la melancolía. El odio no proviene de la vida sexual sino de la lucha del yo para su afirmación y conservación. El odio es la relación de objeto más antigua que el amor.

Las pulsiones contrarias son las fuerzas que se enfrentan en el conflicto intra-psíquico.

Freud insistió en mantener esta tesis de la pulsión de muerte porque los hechos muestran que aún en los casos de mayor furia destructiva y ciega, puede coexistir una satisfacción de la libido.

La noción de pulsión de muerte, además de tener importancia teórica para Freud, se lo sugieren hechos muy precisos que tienen valor en la clínica y en la cura, como las manifestaciones del masoquismo, la reacción terapéutica negativa y el sentimiento de culpa de los neuróticos, que hace difícil creer que el funcionamiento psíquico depende sólo de la tendencia al placer.

La oposición entre las dos pulsiones fundamentales, de vida y de muerte, se relaciona con los procesos de asimilación y desasimilación, que desembocarían en el par antitético, que prevalece en el reino inorgánico, de atracción y repulsión.

Lo que intenta designar Freud como pulsión de muerte es su elemento fundamental que es la tendencia a retornar al estado anterior de reposo absoluto de lo inorgánico.

Freud afirma que el principio del placer representa las exigencias de la libido y parece estar al servicio de las pulsiones de muerte; y lo distingue del principio de nirvana que es el que permite reducir las tensiones a cero y que estaría enteramente al servicio de las pulsiones de muerte.

La sexualidad representa un principio de cohesión, es la ligazón; y la meta es crear unidades cada vez mayores y mantenerlas, en tanto que el fin de la pulsión destructiva es lo contrario, disolver y destruir las cosas.

Las pulsiones de vida, también designadas como Eros, incluyen tanto las pulsiones sexuales como las pulsiones de autoconservación.

Fuente: “Diccionario de Psicoanálisis” de Laplanche y Pontalis, Editorial Labor, 1971