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Es artista y cordobesa, con andares de gitana; mira como una sultana y habla como una princesa.
¡Si la vieras a caballo!
En Córdoba la encontré cuando en la feria de mayo las treinta mulas compré […]
¡Qué trajín! ¡Cuánta alegría, de aquel bullir que no cesa, en el que contribuía la gracia y soberanía de la mujer cordobesa! […]
Entre aquella animación, un grito de admiración alarmó a la gente seria, cuando por la Concepción se vio subir de la feria sobre un potro jerezano del mejor hierro andaluz, el cuerpo más soberano, más gallardo y más serrano que viera del sol la luz, […]
¡Vaya mujer con hechuras, luciendo el traje campero de vistosas bordaduras, al sonar las herraduras del caballo postinero!
Ángel que tenga su cara, No tiene Dios en los cielos; Pues su hermosura es tan rara... ¡Que si un ángel la mirara, los demás sintieran celos!
Como dos finos manojos de claveles reventones eran sus labios de rojos, y eran dos vivos crespones la luz que daban sus ojos.
Era arrogante y morena; su pelo como la pena que desgarra las entrañas, y llevaba las pestañas de la propia Macarena. […]
Su gracia la requebré cuando a mi lado pasó: lo que dije no lo sé; lo cierto es que me miró... y es sus ojos me enredé.
Preso quedé en su mirar, como en el día la aurora, y estoy tan esclavo ahora... como la perla que llora su esclavitud en el mar.
Hablé con ella; fue mía... Puse en ella mi alegría, mis afanes y mis penas, y hoy por su gusto daría más sangre que hay en mis venas.
Sé que no me pertenece, que no es de mi condición... Pero, ¡ya no hay solución!
¡Que el hombre siempre obedece, cuando manda el corazón. ******


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