Todos estamos limitados por las circunstancias; y una sola decisión puede cambiar el rumbo de nuestras vidas, pero cuando las condiciones son adversas, todos actuamos distinto, porque depende del proyecto de vida.
Si una sola persona logra salir de un condicionamiento social, todos pueden hacer lo mismo, siempre que tengan un proyecto constructivo.
Si el proyecto es destructivo puede ser inconsciente y conducir al hombre a tomar decisiones sin darse cuenta que es él mismo el que las guía.
Una decisión personal puede tener el motivo de llegar a ser quienes queremos ser o de no ser, y puede llevarnos a aceptar los desafíos o a renunciar a todo.
Cada bisagra de la vida, cada momento crucial nos obliga a plantearnos nuestro futuro, nuestra identidad y nuestros proyectos, porque son las encrucijadas las pruebas que nos pone la vida para definirnos quienes realmente somos.
Cuando alguien me pide una limosna en la calle, si puedo lo ayudo sin cuestionarme, pero luego trato de imaginar qué circunstancia trágica puede llevar a una persona a caer tan bajo, de no poder bastarse a si mismo si está sano.
Si está enfermo es la sociedad la que falla, cuando no puede derivar a esas personas al lugar adecuado para recibir la asistencia que necesita, albergue, alimentación y atención médica. Aunque no siempre esas personas en situación vulnerable, están enfermas y sin hogares, a veces han huido en un momento de desesperación en forma impulsiva sin pensar ni reflexionar en las consecuencias de sus actos.
La gente que está en la calle y que vive de la caridad pública quiere ser libre. Ir a parar a una institución en forma provisoria no le resuelve nada, significa para ella volver al ruedo para continuar luchando y no quiere, ha decidido permanecer en la calle y si continúa allí a pesar del hambre, la incomodidad y las inclemencias del tiempo, es porque es lo que quiere y puede sobrevivir porque siempre hay alguien que la ayuda.
Cada persona extraviada, sola y marginada tiene a su opuesto en la sociedad que equilibra la balanza; porque siempre hubieron mendigos en todos lados, son todos aquellos que no quieren formar parte del sistema, que se auto marginan, que están fuera del engranaje social, que no quieren pagar impuestos, ni expensas, ni alquiler, ni ningún servicio; sólo viven para satisfacer su necesidad diaria, el hoy y no el mañana.
Algunos hace muchos años que llevan esa vida; alguna vez tomaron la decisión de abandonar todo y largarse a la aventura de vivir sin nada, sin ninguna atadura ni obligación, aunque para mantener ese estilo de vida tengan que pasar por doloras penurias, hambre, soledad y no tener un lugar donde ir cuando hace frío.
Hay quienes han sufrido graves pérdidas y no han podido sobrellevarlo y se rebelan de esa manera autodestructiva contra todo.
El verdadero mendigo de oficio no es ladrón porque no quiere nada más que lo que tiene, unos pocos cacharros y algún abrigo transitorio que no cuida demasiado, porque suele no aferrarse a nada, sólo pretende vivir el desamparo tratando de salir indemne.
Pocas veces algún mendigo roba algo, porque eso ya sería un trabajo que de algún modo lo ataría a algún vicio o lo llevaría a tener ambición.
En todo el mundo existe gente que elige esa forma de vida, principalmente en las grandes ciudades, donde es más fácil el desarraigo porque todos somos anónimos.
El que ha decidido dejarse estar, sabe de antemano las consecuencias, pero no le importan, porque tal vez para esa persona tenga más sentido vivir de esa manera que de otra.
Seguramente alguna vez tuvieron una familia y hasta una posición y un trabajo; y por alguna razón, su decisión terminó con todo, porque antes del suicidio está la calle para vivir la experiencia de ser nadie y no tener que cumplir expectativas.
Adaptarse a las reglas de juego cuando las circunstancias son difíciles es un gran desgaste, pero el hombre cuenta con muchos recursos y es él el que decide continuar en la senda siendo fiel a los suyos y a su objetivo o ver sólo su propio ombligo, desembarazarse de todo y decidir vagar a la deriva sin rumbo fijo.