vocación y conciencia

Mary Ellen Iskenderian, de 51 años, financista, que preside desde hace seis años el Banco Mundial de la Mujer; escuchó la voz de su conciencia luego de una vasta experiencia en el campo de las finanzas internacionales, porque sintió que le estaba faltando algo, que no era precisamente dinero.

Iskenderian, norteamericana de ascendencia Armenia, comenzó su trayectoria en las finanzas muy joven, desde que se graduó en la Escuela de Administración de Yale.

Aprendió todo lo que sabe sobre hacer dinero en Lehman Brothers, pero también toca muy bien el piano, que es su otra pasión secreta.

Para llenar el vacío que estaba sintiendo, ingresó a la Corporación Financiera Internacional, rama del Banco Mundial que pretende expandirse en los países de desarrollo, principalmente en el Sudeste asiático; y comenzó hace 17 años a trabajar con mercados globales .

En ese período pudo constatar la fuerza que tiene la gente para cambiar su destino, aunque sea adverso, y se enamoró de las microfinanzas; sistema que desde su punto de vista es el mejor instrumento para el cambio social.

Esta toma de conciencia no fue premeditada sino que se le fue dando sin proponérselo, hasta que encontró la vocación de su vida en Uganda, donde la Corporación Financiera Internacional le asignó la tarea de evaluar el impacto potencial de incorporar a la mujer como mano de obra.

Su labor le dio la oportunidad de apreciar la capacidad de las mujeres para transformar la sociedad, y de que la microfinanza era la herramienta ideal.

Abandonó así el lucrativo negocio de las finanzas internacionales para presidir el Banco Mundial de la Mujer, institución que ya cuenta con treinta años de permanencia, basado en el convencimiento de que las mujeres sólo recuperarán su dignidad, participando en la economía con poder y autonomía.

A pesar de los muchos avatares por los que ha atravesado la industria, esta entidad se convirtió en la mayor red de instituciones de microcrédito en el mundo.

Cuenta con 23 millones de clientes, de los cuales, dos terceras partes son mujeres y con cuatro mil millones de dólares en préstamos, para apoyar pequeños emprendimientos capaces de producir la más amplia transformación social contra la pobreza.

En nuestro país, estuvo presente asociada a una entidad local, pero esa experiencia no prosperó porque algunos políticos intentaron utilizar el sistema para obtener beneficios electorales, desvirtuando el concepto capital que representa, que es lograr la autonomía y recuperar la dignidad personal, y no convertir al individuo en un cliente político.

No es una novedad, que ayudar a los pobres sea un excelente pretexto en todo el mundo para hacer política y una buena forma de enriquecimiento a costa de ellos.

La princesa Máxima Zorreguieta, de Holanda, se ha sumado a sus esfuerzos a favor del programa de microcréditos, y también la reina Sofía de España.

En estos momentos, tanto Mohamed Yunus, el banquero de los pobres de Bangladesh, creador del sistema y Vikram Akula de India, del Banco SKS, están siendo cuestionados por sus gobiernos, debido a su rápida expansión.

Los políticos pueden poner palos en la rueda cuando perciben que no pueden participar en un proyecto exitoso de muchos millones sin sacar ninguna ventaja de ello. Aunque también es posible que pueda haber alguna falla en el sistema digna de ser cuestionada.

No se puede perder de vista lo esencial que brinda este sistema, que es lograr que los pobres superen su condición, además de tratarse de un negocio que siempre va bien, porque los pobres siempre devuelven los créditos ya que el porcentaje de retorno es mucho más elevado que el de los préstamos comunes.

Fuente: Diario “La Nación”, suplemento “Enfoques”, Silvia Pisan, Corresponsal en Estados Unidos, Washington. 5/6/2011.

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