Si prestamos atención al momento presente, si nos liberamos de las preocupaciones, de la ansiedad y de los miedos; si nos dejamos llevar, y no nos aferramos a planes rígidos, porque finalmente nos convencemos que somos parte de la naturaleza y la dejamos actuar, nos comienzan a suceder cosas extraordinarias que habitualmente llamamos coincidencias.
Una coincidencia es la ocurrencia de hechos significativos altamente improbables, que solemos atribuir al azar. Por ejemplo, tenemos la intención de tomar un ómnibus y lo vemos llegar; salimos a la calle y para de llover; nos llaman por teléfono y es la persona en que estábamos pensando; nos encontramos en la calle a quien estábamos buscando; leemos en el periódico la información que necesitábamos; conseguimos el trabajo que queríamos; recibimos ingresos inesperados para cumplir un proyecto; nuestro auto deja de funcionar frente a un taller mecánico; ante una situación de peligro logramos hacer lo correcto.
En forma inexplicable, lo imposible parece surgir espontáneamente para nuestro bien y nuestra comodidad, haciendo que hasta nuestra más mínima intención se cumpla.
Antiguamente estos fenómenos milagrosos se atribuían a profetas y a santos, pero ahora es un poder que también podríamos lograr cada uno de nosotros.
Todos estos acontecimientos desafían las leyes inquebrantables de la física tradicional de Newton, pero también a nivel del microcosmos, las leyes de la física no funcionan.
Si no hay un observador con la intención de medir la velocidad de las partículas, éstas sólo existen como posibilidad virtual; o sea que pueden ser partículas cuando son observadas.
La ciencia tradicional tiene una visión del mundo realista, al considerar que el mundo es como lo vemos y se puede conocer cómo es en si mismo, independientemente del observador.
Sin embargo, en un viaje interplanetario a una velocidad cercana a la de la luz, el tiempo transcurre más despacio, pero para el observador que va en la nave su tiempo será el que lleva el reloj que usaba en la Tierra.
El astronauta envejecerá a su debido tiempo cronológico según su reloj, pero cuando vuelva a la Tierra habrán pasado miles de años para el resto de los habitantes del planeta.
La mecánica cuántica revela que la realidad depende del observador.
Toda teoría científica es válida dentro de su propio contexto y puede ser útil para prevenir acontecimientos, pero no puede explicar cómo es ni si existe una realidad en si misma independiente de nosotros.
Desde la antigüedad existieron profetas que podían hacer milagros y aún hoy en día existen fenómenos que la ciencia no puede explicar, como el poder de la bilocación (estar en dos lados al mismo tiempo), fenómeno que ha sido confirmado por testigos confiables; y como el poder de la telepatía, la clarividencia, etc.
Existen en la naturaleza poderes que aún no conocemos pero que podemos aprovechar para nuestro propio beneficio, que no dependen de la fe, sino de nuestro pensamiento.
No se trata de voluntarismo, sino de atención e intención, porque esos son los elementos necesarios para crear realidades y materializar posibilidades.
Dejemos entonces de preocuparnos o tener miedo, porque de nosotros depende crear el mundo que queremos.
Los que pongan su atención y su intención en el Apocalipsis, los enfrentamientos y las guerras tendrán todo eso; y los que confían y ponen su atención e intención en todo lo que desean también lo tendrán, porque cada persona es un universo y crea y vive en su propio mundo.
Las personas preocupadas, temerosas y ansiosas entorpecen de algún modo la materialización de sus deseos y crean las realidades que más temen.