
Estrella de la noche silenciosa, luz apacible y pura de esperanza y amor, salud te digo. en el mar de Occidente ya reposa la vasta frente el sol, y tú en la altura del firmamento solitaria reinas. ya la noche sombría quiere tender en diamantado velo, y con pálidas tiritas baña el suelo la blanda luz del moribundo día. ¡Hora feliz y plácida, cual bella! Tú la presides, vespertina estrella.
Yo te amo, astro de paz. Siempre tu aspecto en la callada soledad me inspira de virtud y de amor meditaciones. ¡Qué delicioso afecto excita en los sensibles corazones la dulce y melancólica memoria de su perdido bien y de su gloria! Tú me la inspiras. ¡Cuántas, cuántas horas viste brillar serenas sobre mi faz en Cuba!... Al asomarse tu disco puro y tímido en el cielo, a mi tierno delirio daba rienda en el centro del bosque embalsamado, y por tu tibio resplandor guiado buscaba en él mi solitaria senda.
Bajo la copa de la palma amiga, trémula, bella en su temor, velada con el mágico manto del misterio, de mi alma la señora me aguardaba. En sus ojos afables me veían ingenuidad y amor: yo la estrechaba a mi pecho encendido, y mi rostro feliz al suyo unido, su balsámico aliento respiraba.


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