Cada mañana el mismo asombro, siempre nuevo: el ver lo natural que es para ti tu cuerpo. Consabidas minucias del rito del aseo, que imperceptiblemente elevas al misterio. Desde mis ajimeces vigilo tus linderos: revuelas como un ángel sobre tus mismos pechos. Tu humedad se disputan la juncia y el espliego. ¡Ay, frescura de aljibe y calor de sesteo!. En mis blandas murallas aprisionado, veo el hábito sencillo que tienes de tu cuerpo. Resuelves la materia en puro movimiento; cada escorzo insinúa un ritmo en el espejo. El repetido aire que modela tus gestos, es en ti cristalino pero en mí es espeso.nace un hondo venero; de tus brazos en alto, la mimbre de tu pelo. Al alba, cuando mido tu distancia, no entiendo la natural costumbre que es para ti tu cuerpo. De tu cuello desnudo
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