Conocer las cosas que nos desequilibran es un paso importante en el proceso del autoconocimiento.
Se puede sufrir un desequilibrio cuando surgen imprevistos, que son las cosas impensadas que nos perturban porque no nos permiten llevar a cabo nuestros planes.
Sin embargo, la vida está llena de imprevistos y casi se podría asegurar que llegan a superar los compromisos de cualquier agenda.
Existen pocas personas dispuestas a aceptarlos , y cuando éstos se presentan no los toleran, se molestan, cambian de humor y se sienten disgustadas y contrariadas.
Aunque teóricamente lo mejor para la salud física y mental sea evitar el estrés tratando de aceptar lo que Es y vivir día a día haciendo lo que uno puede y no lo que debería hacer; la mayoría de las personas se imponen metas demasiado ambiciosas y cuando surge un imprevisto que les desbarata las listas de los compromisos que tienen en sus agendas, se desestabilizan y pierden el control.
Aunque tengamos otras importantes prioridades, el imprevisto se adjudica el primero, porque como tal, surge sin aviso para ser atendido de inmediato y no se puede ni eludir ni postergar.
Puede ser un trámite bancario que se pasó por alto, el técnico que avisa que viene por fin a arreglar el lavarropas, el cartero que aparece para traer la tarjeta de crédito que perdimos, provisiones que se agotan imprevistamente, visitas inesperadas, llamados telefónicos inoportunos, la necesidad imperiosa de un plomero o un electricista, etc.
Cuando una cadena de obligaciones impensadas impiden que nos dediquemos a lo que teníamos planeado, lo más indicado no es perder la calma, ponernos de mal humor y comenzar a proyectar la rabia en los que nos rodean; sino que lo mejor es detenerse a reflexionar que lo ocurrido no depende de nosotros y que lo tenemos que aceptar porque escapa a nuestro control; porque si al imprevisto le agregamos nuestro enfado, nerviosismo y contrariedad, probablemente se añadirán otros problemas, quizás peores, y estos sí ya dependerán de nosotros.
Toda planificación tiene que tener en cuenta posibles obstáculos porque siempre existe la probabilidad que ocurra un hecho inesperado que pueda desbaratarla.
Aprendamos a postergar las cosas sin que eso nos afecte. Dejemos el turno del médico para otro día, paguemos las facturas en el segundo vencimiento, y renunciemos a los demás compromisos hasta que tengamos el tiempo necesario para cumplirlos.
El secreto es aprender a renunciar a los planes, sin que eso signifique demasiado para nosotros; porque cuando renunciamos a algo, en primer lugar nos sentimos furiosos, pero luego, si recapacitamos, podemos relajarnos y finalmente nos damos cuenta de que somos libres.
Apurarse para cumplir con todo es una táctica que produce estrés y puede perjudicarnos, por lo que se hace necesario en estos días, en los que todos estamos repletos de ocupaciones, aprender a ser más flexibles.
Las personas equilibradas tienen la suficiente flexibilidad como para no ofenderse si tienen que esperar y suelen tomarse su tiempo cuando lo necesitan, atreviéndose a llegar tarde o a faltar a una cita si no tienen alternativa. Son los que no se exigen tanto a sí mismos y por lo tanto tampoco se atreven a ser demasiado exigentes con los demás.
La tecnología parece haber facilitado muchas cosas pero cada vez se hace más difícil adaptarse, obligando a todos a estar actualizados con las nuevas técnicas, las que en poco tiempo también serán obsoletas.
En una época en que todo cambia vertiginosamente y que casi no nos da tiempo a actualizarnos, aceptar lo que no depende de nosotros sin que nos perturbe y ser más flexible es lo que nos permitirá mantenernos sanos física y mentalmente.