
Marcharé a allí donde habla el silencio fatigado, antes que la rutina de los días oscurezca mi felicidad.
Porque hubo veces que confundí la vida con destino, cuando siempre fue camino y es el caminar sucesión de instantes que jamás se repiten.
Marcharé allí donde ya acabó el ruido de los relojes.
El sonoro silencio guiará mis pasos al elegir la opción en cada cruce consciente de que no hay retorno posible, de que no acaba el camino.
Marcharé y no dejaré de existir.
Seguiré… diluido en la tierra y los ríos… y en el aire, allí de donde vine a ser lo que soy con el discurrir de la existencia, que como tal es eterna y con el sentido ilógico de aquello a lo que no encontramos explicación


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