Conozco gente que fuma desde muy joven y que a pesar de haber sufrido graves enfermedades coronarias o serios trastornos vasculares, continúan con el hábito de fumar como si nada.
El adicto al cigarrillo parece no querer tomar conciencia de que su hábito puede matarlo.
Los jóvenes suelen iniciarse en este hábito para sentirse más relajados y mostrarse más desinhibidos socialmente y lo mismo se hace con el alcohol.
Gracias a las campañas contra el tabaquismo, los fumadores cada vez más ven restringidos los lugares donde se les permite fumar.
Ahora, en algunos países sólo pueden fumar en su casa, si es que viven solos y no desean dañar a sus familiares, o en la calle o en espacios abiertos.
El fumador pasivo es el que está obligado a respirar el humo del cigarrillo de los fumadores que se encuentran a su alrededor, que le puede provocar los mismos trastornos que al adicto.
Los fumadores no pueden abandonar el cigarrillo por su cuenta, ya que sólo un reducido porcentaje de ellos lo puede lograr, mientras el resto, o sea la mayoría que desea dejarlo, fracasa y vuelve a reincidir al poco tiempo en la primera oportunidad.
La adicción al cigarrillo es una enfermedad que exige un tratamiento médico y psicológico, y además es recomendable contar con el apoyo de un grupo que tenga la intención de deshacerse de ese hábito.
La nicotina es la sustancia con más poder de generar dependencia tanto física como psicológica. Es la droga que llega más rápido al cerebro, ya que en solamente ocho segundos causa su efecto.
Pero además de nicotina, el cigarrillo contiene una gran variedad de sustancias que son cancerígenas.
El humo del cigarrillo contamina el aire que respiramos todos, y su efecto no se disipa sino que se integra a la atmósfera. De manera que representa una amenaza tanto para el fumador, como para su familia y para el ambiente.
El ejercicio aeróbico realizado diariamente durante treinta minutos puede ser el hábito saludable que ayude a sustituir el hábito de fumar. Esta práctica permite recuperar el buen funcionamiento de los pulmones y a eliminar las toxinas que se han acumulado durante muchos años de adicción.
Sin embargo, las células cerebrales poseen memoria de los hábitos adquiridos y aunque un fumador deje de fumar siempre será sensible a la nicotina. Por esta razón, el hábito de fumar, como cualquier otra adicción, se puede controlar pero no erradicar definitivamente.
Dejar de fumar libera a un fumador de la esclavitud del cigarrillo, lo hace sentir más saludable y más fuerte, mejora su piel y recupera el sentido del gusto y del olfato.
Pero lo más espectacular es que reduce el riesgo de sufrir un infarto, mejora la circulación y el estado de los pulmones; y luego de quince años de abstinencia, el riesgo de padecer de cáncer de pulmón, laringe y esófago es igual al de una persona que nunca fumó.
Un hábito dañino es un obstáculo en la vida que impide desarrollar todo el potencial y perjudica las relaciones interpersonales y el trabajo; pero cambiarse a sí mismo es el mayor desafío para un ser humano; porque significa estar dispuesto a aprender a vivir otro estilo de vida.