Antiguamente estos problemas no existían, porque nadie estaba apurado; sin embargo hoy en día, cada vez hay más gente que sufre de ansiedad patológica, que en algún momento le puede provocar un ataque de pánico.
La ansiedad se torna patológica cuando no le permite a un individuo desarrollar su vida normal; porque tener cierto grado de ansiedad normal es común y a veces hasta necesario para movernos a la acción.
En una sociedad compleja y competitiva, donde la mayoría intenta cumplir con objetivos cada vez más ambiciosos; ninguno es capaz de ver los límites que tiene su propio cuerpo ni los de su mente para lograr ponerle freno a esa carrera desenfrenada contra el tiempo.
La ansiedad aparece cuando el estrés llega a su límite y éste a su vez es generador de ansiedad por la forma de vivir las experiencias, cerrando un círculo vicioso alrededor de nosotros mismos que nos asfixia.
Lo malo de la ansiedad es que cada vez es más bajo el umbral para recibir los estímulos que la producen, porque nos volvemos más sensibles y nos exponemos a ella ni bien aparecen las señales que amenazan con alterar nuestra tranquilidad.
La persona ansiosa está preocupada por el futuro, por las pérdidas, por el trabajo, por la economía, por la salud y también por las personas que la rodean. En general es muy sensible a los cambios y le cuesta tener que renunciar a sus planes.
En general, son personas que tienen altas expectativas sobre ellos mismos y sobre su rendimiento y que se imponen difíciles desafíos.
El resultado de estas exigencias se refleja mediante molestias y disfunciones orgánicas, enfermedades físicas y desequilibrios psíquicos. Les cuesta conciliar el sueño, se levantan cansados, se sienten agobiados, se tornan irritables, inquietos, no pueden concentrarse, sufren de trastornos gastrointestinales y cardiacos, como por ejemplo colon irritable, gases, constipación, diarreas e indigestión y sienten palpitaciones, taquicardias, dolor en el pecho, contracturas, temor a sufrir un ataque, flojedad, mareos, etc.
Para poder enfrentar este problema es necesario evitar el estrés y asumir el control reduciendo las actividades que se obligan a cumplir.
Tener sentido de las limitaciones los llevará a trascenderlas; y darle a cada cosa la importancia que tiene, sin valores agregados, les permitirá discriminar entre lo necesario y lo prescindible.
Nos damos cuenta que estamos sufriendo ansiedad patológica cuando nos supera cualquier estímulo y comenzamos a ahogarnos en un vaso de agua.
Vivir ansioso reduce nuestro rendimiento al mínimo, porque la saturación de actividades agota el nivel de adaptación al medio e impide la respuesta adecuada a los estímulos.
La propuesta más operativa para comenzar a superar estos estados patológicos de ansiedad, además de exigir la consulta profesional, consiste en practicar meditación todos los días, como un medio para aprender a tomarse el tiempo que se necesita para cada cosa y hacer todo más despacio, sin apurarse y sin hacer dos cosas al mismo tiempo.
Es necesario darse cuenta y aprender a ignorar las presiones que ejercen las personas sobre nosotros, porque todos a nuestro alrededor ya se han acomodado a nuestra actitud de estar siempre listos para correr a solucionar problemas, apagar los incendios, para saberlo todo, para actuar como la mujer maravilla o como superman, y es nuestra conducta la que ha creado esas expectativas, y ellas precisamente son las que nos incentivan a continuar actuando de la misma forma.
Si quieren terminar con la ansiedad crónica renuncien a la imagen que han creado de ustedes mismos; no permitan que esa imagen los destruya o enferme, porque son mucho más que su imagen y lo más importante es ser quienes son y no lo que los demás esperan de ustedes.