Iban camino a la playa empujados por el viento.
Ella agitaba la falda como una paloma en celo
y él se reía, olvidado, de los achaques y el tiempo.
¡Qué vergüenza!...¡Qué vergüenza!.. clamaron los fariseos.
"Esos dos están llamando a las puertas del infierno".
¡Qué vergüenza! repetía la buena gente del pueblo.
Hay que llamarlos al orden para que guarden sosiego.
Pero ellos sólo escuchaban la voz de los sentimientos
y entre suspiros y besos juraban amor eterno.
El empuñaba el timón para llegar a buen puerto
y ella, tendida en la arena era doncella de nuevo
Regresaron caminando de la mano y en silencio.
Con veinte años en el alma y muchos mas en el cuerpo.
Y los demás les pusieron la cara frente al espejo
para que no se olvidaran que eran, tan sólo dos viejos.
Pero ellos sólo escucharon la voz de los sentimientos
y plantaron una flor en medio del invierno.
Carlos "Chango " Funes
