Yo le pedí a la vida, solamente una hora de dicha...!
¡ Toma en cambio - le dije- lo que quieras!
Y bajo el milagroso despertar de la aurora,
sentí que florecieron mis pálidas quimeras.
Amé, fui amado. Claras y rubias primaveras
me dieron el perfume cálido de sus rosas
y las horas pasaron fugaces y ligeras
lo mismo que bandada de alegres mariposas.
De pronto, en el silencio de la noche dormida,
hierática y solemne, me reclamó la vida:
¡Saldemos nuestra cuenta, pues tu deuda es sagrada!
Y dí tu amor, que fuera mi mas dulce tesoso
y dí mis sueños áureos cual monedas de oro...
¡Ahora, no tenga nada!