En 1472, el Renacimiento sucedía poco a poco a la larga Edad Media. Y en Estrasburgo, ciudad a orillas del Rin, centro comercial importante en el oeste del Santo Imperio Germánico, el clima había sido benéfico para los viñedos que ya cubrían las faldas del macizo de los Vosgos. La cosecha había sido buena y generosa. Tanto que hoy sobra todavía algo de aquel millésime. Sin duda, el más antiguo que se conserva.
En cada bodega de Francia hay alguna botella de vino o bebida espirituosa antigua. Pero ninguna alcanza la más que venerable edad de 533 años, la del vino más antiguo del mundo, cuidadosamente custodiado en una bodega de Estrasburgo.
Como los demás vinos de Alsacia, es un vino blanco. Aunque más de cinco siglos en un tonel de roble le hayan dado un color de ámbar, éste conservó todo su verdor. Descansa en las Bodegas Históricas de los Hospices Civils, un edificio de 1395, bajo la nave central de una iglesia, luego reemplazada por los primeros hospitales de la ciudad, que hoy se puede visitar.
Hasta no hace tanto se autorizaba la degustación de este vino a autoridades o personalidades. El último privilegiado fue el general Leclerc, que encabezó la liberación de París en 1944.
Con 532 años a cuestas, tiene ahora una graduación de 9,4º. El secreto de esta perduración reside quizás en la reposición que se realiza cada tanto para compensar la part des anges, esa porción del vino que se evapora del tonel por el paso del tiempo. Cada año se pierde 1% del volumen del tonel, y para reemplazarlo se agrega regularmente una botella de vino blanco seco, que se mezcla a los 300 litros originarios, asegurando así su venerable edad.
Jesús