Embargado en la ambrosía del deseo intento liberarme como un reo de la ansiedad de su boca y el influjo a su cuerpo.
Dualidad analítica del pensamiento que idealiza el entendimiento entre la idílica mujer, y la carnal hija de Eva.
Plegarias para mis actos, quimeras emponzoñadas de catarsis para un dilema.
Verbo que a mi verbo habita estigmatizando al espíritu haciendo de sus llagas una cruz en el silencio.
Diáfanas siento las claraboyas del alma si en la distancia y al alba se enredan en la cavidad de su pecho.
Caricias de alabastro modelan las manos que hirvientes se derraman en las rosas de sus senos.
Palabras de satén agasajan su oído y en la pulpa de sus labios crece un néctar mal herido por saetas de Cupido.
Oceánicos ojos verdes despotrican misterio, oleajes de esmeraldas nublados en un mar de argento.
Se fueron perdiendo en la bruma en la maldad del tiempo y hoy truenan en mis oídos la pequeñez del silencio.
Fugaz pasa la estela de una sombra que en el viento revolotean vivencias de unas hojas que cayeron.
Ya por ti no muero, hiperbóreo me alejo del sur oxidado en un búnker de acero.
Néctar para los dioses y alas de cera para el que quiso tocar las estrellas.
Solo me queda la niebla y el brocal inexplorado del reverso temeroso.
Parece que me miran leñosos aquellos ojos feroces envueltos de menta y argento.
O quizás sean dos verdes hojas que mece el viento entre fandango y lamento.
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