
Desterrada la angustia, desde mi alma emerge un ramo de esperanzadoras flores, que bien recibo, y ubico en los jarrones resquebrajados de mis estancias.Y son las cenizas, de mis ardidas penas, el abono que las fertiliza, y las rezagadas gotas de dolor y sal, que de mis ojos surgen, el agua que las rocía.
Y entonces, mis ojos ya enjugados, recobran su antigua refulgencia, y semejan dos límpidos lagos que, pasaron de ser discípulos de las lóbregas lágrimas, a vehementes espejos, de las sonrisas más radiantes.


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