En Italia, la justicia quitó la tenencia a los padres de su hija de 16 meses, por considerarlos irresponsables para su crianza.

Esta noticia no sería relevante si no se tratara de una niña que nació después de un embarazo llevado a cabo por fecundación asistida, con semen de un donante, cuando la madre tenía 56 años y el esposo 68.

Este tratamiento fue realizado en otro país, ya que en Italia, procrear con esperma de un donante está prohibido.

El tribunal consideró que al realizar este procedimiento para tener un hijo, estas personas de edad avanzada, no tuvieron en cuenta la posibilidad de dejarla huérfana a una edad temprana ni la eventual exigencia que su hija heredaría de tener que ocuparse de dos ancianos en un momento de su vida en que más podría necesitar a sus padres.

Estos episodios, que ocurren como consecuencia de la desvirtuada práctica de la ingeniería genética, brinda la oportunidad, a veces, a personas que además de haber pasado con creces su ciclo reproductivo, carecen de condiciones psicológicas como para hacerse cargo de tal responsabilidad.

En este caso particular, estos padres fueron denunciados por sus vecinos cuando encontraron a la niña sola en un automóvil llorando desconsoladamente, donde permaneció más de 45 minutos.

En realidad, el tribunal llegó a esta sentencia debido a la ocurrencia de varios episodios similares de abandono.

Los padres que se aventuran a tener hijos a edades avanzadas, haciendo caso omiso de que sus posibilidades de fallecer por causas naturales son mucho más altas que las de las personas más jóvenes, aún cuando se trate de personas activas que gozan de buena salud y que aparentan tener menos edad, cometen un acto irresponsable.

Es difícil que personas de edad avanzada puedan adaptarse a las exigencias que implica el cuidado y la atención de un niño muy pequeño, cuando biológicamente están atravesando una etapa de la vida en que disminuyen la capacidad para asumir responsabilidades propias de las personas más jóvenes.

Querer vencer el paso del tiempo a costa de las consecuencias negativas que pueden acarrearle a sus propios hijos, engendrados en forma inapropiada, es una actitud egoísta y arbitraria, que sólo atiende a una necesidad emocional egoísta y no tiene en cuenta la lógica.

En India, una mujer de 70 años dio a luz mellizos. Posiblemente se haya concretado para ella un sueño largamente esperado, pero también puede ser el triunfo de su ego, llegar a romper el record y convertirse en la madre más anciana del mundo.

Es probable que la maternidad tardía alimente las fantasías de inmortalidad de ciertas mujeres que se resisten a envejecer y que creen poder revertir el curso de la naturaleza sin reparar en el costo de sus decisiones.

El deseo omnipotente de poder concebir un hijo pasados largamente los cincuenta años, cuando ya la madre no tiene más óvulos propios ni el padre semen potencialmente apto para procrear y dejando de lado las leyes de la naturaleza siendo indiferentes con respecto al futuro incierto que le dejan a la descendencia, es un error que la ciencia no puede cometer; aún cuando sea una práctica factible.

Más allá del límite de edad de cincuenta años, que actualmente la ciencia considera aceptable para concebir un hijo mediante técnicas de fertilización asistida, los riesgos son mayores, pero además existen motivos éticos y sociales que hay que contemplar y que pueden afectar a toda una familia.

Un niño necesita padres jóvenes, no ancianos que no quieren envejecer y se aferran a antiguas fórmulas para sentirse mejor por no poder enfrentar la proximidad de la muerte.

En España, por ejemplo, Carmen Bousada, dio a luz gemelos a los 67 años y falleció tres años más tarde de una enfermedad, dejando a dos hijos sin madre.

Aunque no lo quieran creer, es la ley de la vida, la gente de más edad fallece antes que los jóvenes, realidad que muchos no quieren ver y que niegan a toda costa.

Fuente: “La Nación”, Psicología, Sociedad, Elisabetta Pique, Corresponsal en Italia; setiembre 2011.

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