El hada más hermosa ha sonreido
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.
Y vuelve a sonreir porque en su rueca
el hilo de los campos se enmarañan.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardin envuelto en luz dorada.
La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sútiles
copos en ruecas de marfil y plata.
Antonio Machado.