La visita al país de un joven cantante que se ha convertido en un ídolo popular para los adolescentes, ha ocasionado un estado de histeria colectiva que lleva a sus seguidores a demostrarle su fervor a toda hora mientras aguardan el día y la hora de su presentación en público.

Mientras estas chicas, de nueve años en adelante, esperan impacientes, sufren estoicamente toda clase de incomodidades y se sacrifican haciendo largas colas para conquistar los mejores lugares y estar cerca de este singular personaje, que fabricado por un excelente equipo de marketing, se ha convertido a su corta edad en un monstruo del espectáculo.

Algunos padres acompañan a sus hijos apoyándolos en su entusiasmo, seguramente con el orgullo de poder brindarles una supuesta alegría que ellos tal vez no vivieron.

La mayoría ha tenido que faltar a clases, dado que las presentaciones se realizan durante la semana, pero eso no es ningún obstáculo como para privar a los hijos del placer de pertenecer al grupo de fans que tienen el privilegio de no ir al colegio y pagar la entrada para poder asistir.

Pero los padres no saben que la conducta demasiado complaciente con los hijos tiene sus costos.

Recibo constantemente cartas de muchos padres que no saben qué hacer con sus hijos adolescentes, porque han perdido el control. Se niegan a ir al colegio y hacen lo que quieren; se levantan al mediodía y luego salen para estar con sus pares la mayor parte de su tiempo para regresar a cualquier hora, para comer o dormir.

Estos chicos no toleran que se los contradiga, se ponen violentos y algunos hasta les pegan a sus padres.

Esta situación se fue generando de a poco, desde muy chicos se les dio todo menos contención y se tuvieron que manejar solos mientras sus padres trabajaban y ahora que son grandes pretenden pasarse el día sin hacer nada útil y se niegan a ir al colegio.

Una casa sin timón se hunde como un barco a la deriva a la primera tormenta y esto es lo que pasa después cuando ya es difícil tomar las riendas.

Sin embargo, todavía se está a tiempo para encarrilar a estos jóvenes que crecen sin freno ni límites y que amenazan con convertirse en personas adultas incapaces de bastarse a sí mismos o en delincuentes.

Esta situación se produce cuando en una familia no se cumplen los roles.

Los padres tienen que asumir su rol; y esto significa que deben poner las reglas en el hogar, y que todos, incluso ellos, deberán cumplir.

Si los padres no asumen su liderazgo, los hijos harán lo que quieren y no cumplirán con sus obligaciones.

Es necesario que aprendan que no pueden dejar de lado sus responsabilidades, y así como sus padres trabajan para mantener a la familia, también ellos tienen que hacer su parte y cumplir con lo que les corresponde y si no lo hacen tendrán que sufrir las sanciones que sus padres deberán imponer.

La complacencia con los hijos es una tentación difícil de vencer, pero es un arma de doble filo, por un lado les resulta placentero recibir obsequios y gratificaciones sin ningún motivo, pero por otro esa actitud les crea la necesidad de tener todo lo que tienen los otros y de hacer lo que hacen los demás.

Si los padres no cumplen su rol cuando sus hijos son chicos, tendrán que hacerlo más adelante y será más difícil, porque nadie se libera de esa responsabilidad que con los años se torna más y más pesada.

Es negativo para un niño recibir gratificaciones sin haber hecho nada para merecerlas, porque de esa manera se pierde el sentido de los límites y se refuerzan solamente valores materiales que serán los únicos que regirán sus vidas y los que orientarán sus esfuerzos, empobreciendo su desarrollo total como ser humano.

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