El tatuaje es una técnica de decoración de la piel mediante la inserción de sustancias colorantes bajo la epidermis.
La piel se perfora con un instrumento punzante, a menudo una aguja eléctrica.
En muchas partes del mundo existen pueblos que utilizan el tatuaje y la escarificación como indicativos del rango y afiliación sociales o como signos de duelo. La escarificación se consigue sajando la piel e introduciendo sustancias irritantes en las heridas que, al curar, dejan cicatrices profundas.
El termino tatuaje deriva de la palabra Ta-tau, que en polinesio significa ‘marca sobre la piel’. Un vocablo que fue introducido en Europa en el siglo XVIII por el explorador ingles James Cook, tras uno de sus viajes por los Mares del Sur. Entre los pueblos primitivos, tatuarse no tenia nada de transgresivo, sino que incluso era un signo de integración social. Los mahoríes de Nueva Zelanda solían tatuarse la cara como signo de distinción. El dibujo, llamado moko, hacía a la persona única e inconfundible, como las huellas dactilares. De hecho, los maoríes usaban la reproducción de su moko como firma en los documentos.
El tatuaje nace con el hombre. La momia de Similaun (el cuerpo de un caminante que murió congelado hace 5300 años en los hielos alpinos) tiene uno en la espalda. Los egipcios practicaban la técnica del tatuaje ya en el 2000 a.C. También los Escitas del Asia se tatuaban, encontrándose varias momias con grandes tatuajes. El tatuaje en color alcanzó gran desarrollo entre los mahoríes de Nueva Zelanda y en el pasado fue una forma popular de adorno en China, India y Japón, así como en numerosos pueblos primitivos de Colombia, Brasil y la región del Gran Chaco (Argentina, Paraguay y Bolivia).
Existía la creencia de que los tatuajes protegían contra la mala suerte y las enfermedades. También se utilizaban como identificadores del prestigio social, del rango o de pertenencia a un grupo determinado. Sin embargo, se ha usado frecuentemente como adorno.
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