La actividad física fortalece la mente y disminuye el riesgo de padecer demencias seniles, más que la ejercitación mental.
Algunos hacen ejercicios en forma metódica para mejorar su esquema corporal o bajar de peso, sin saber que también están haciendo mucho para su mente y su corazón; para la resistencia de sus músculos y aún para liberarse de los miedos y de la depresión.
No se trata de hacer grandes sacrificios sino de adquirir el hábito de salir todos los días a caminar media hora ó bien una hora cuatro veces por semana.
Treinta minutos diarios es la dosis saludable para sentirse bien y gozar de todos los beneficios que reporta una vida con movimiento.
En la edad adulta, las actividades laborales y las obligaciones familiares ocupan el primer lugar, por lo cual la ejercitación física suele ser relegada.
No saben que la práctica de algún deporte o de cualquier ejercicio físico en forma regular, actúa como neuroprotectora, porque reduce los niveles de cortisol, que es la hormona que se libera cuando se sufre estrés.
La actividad física realizada metódicamente, también actúa en las zonas del cerebro que procesan las emociones, estimulando el centro del bienestar y mejorando los estados depresivos.
Un estudio realizado en 2007, por el psiquiatra James Blumenthal de la Universidad Duke de Durham, mostró que el entrenamiento físico causaba el mismo efecto terapéutico que el tratamiento farmacológico.
Otros estudios también han demostrado que el ejercicio metódico produce un evidente efecto antidepresivo además de mejorar los casos de ansiedad y fobias.
Además de este efecto antidepresivo, practicar deporte tiene otras ventajas de mucha importancia, como la oportunidad de pertenecer a un grupo y la posibilidad de sentirse nuevamente dueño de sí mismo; sensaciones que garantizan la estabilidad de la mente a más largo plazo y evita las recaídas.
Otros efectos beneficiosos del ejercicio físico se relacionan con la epigenética, que son los procesos que ocurren en el interior de las células; porque influye en la activación y desactivación de más de quinientos genes.
En 1999, Jeff Lichtman, de la Universidad de Harvard, demostró que las neuronas pueden experimentar cambios con suma rapidez, incluso en pocas horas.
El equipo de la Dra. Ana Pereira de la Universidad de Colombia en New York, estudió a un grupo de voluntarios entre 21 y 45 años, que no realizaban actividad física programada; y los sometió a una prueba de memoria, registrando al mismo tiempo los resultados que se producían en el cerebro por medio de imágenes obtenidas por resonancia mangética.
Posteriormente, algunos participantes corrieron en cintas mecánicas mientras otros hicieron bicicleta durante una hora, cuatro veces por semana por un período de tres meses.
Al repetir los estudios tomográficos y los tests de memoria, después de la práctica física metódica, se comprobó un aumento en la vascularización del hipocampo, que es la estructura cerebral responsable de la capacidad de atención, además de una mejora en el puntaje obtenido en las pruebas de aprendizaje.
Estos experimentos demuestran que una enfermedad de la vejez, como el deterioro mental, no es un castigo divino ni posiblemente sea una condición imposible de evitar, sino que más bien responde a un cierto estilo de vida con menos intereses, poca estimulación y escaso movimiento.
Por lo tanto, el movimiento corporal y el mantenimiento de estímulos intelectuales y sociales, junto a una alimentación sana y equilibrada se presenta como la mejor manera de preservar las facultades mentales.
Fuente: “Mente y Cerebro” No.47/2011, “Ejercicio corporal para la mente”, Steve Ayan.