Según el escritor italiano Plinio el Viejo, el basilisco era un animal mitológico con forma de serpiente que exhibía en la cabeza una mancha clara en forma de corona. A lo largo de la historia, la imagen del basilisco, término que viene a significar pequeño rey o reyezuelo, se ha ido modificando hacia la fealdad y el horror. Así, a partir de la Edad Media, pasó a ser un gallo cuadrúpedo y coronado, de plumaje amarillo, con grandes alas espinosas y cola de serpiente rematada en un garfio, en una lanza o en otra cabeza de gallo. Aunque algunos le atribuyen escamas en lugar de plumas, y otros lo relacionan simbólicamente con la imagen del diablo o del anticristo, lo que apenas ha cambiado ha sido su irritada y enojosa mirada, que tenía la terrible propiedad de matar. De ahí la expresión "ponerse hecho un basilisco", cuando alguien se enfada y frunce el ceño.
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