Existe gente que disfruta descalificando a otro como si le complaciera poner en evidencia sus defectos o ineficacias y además, sin motivo aparente.
Es difícil saber por qué lo hacen, pero es probable que lo que busquen es disminuir la autoestima del otro para de esta forma poder destacarse.
La actitud de un descalificador es la crítica constante, juzgar por cualquier acción o inacción.
Estas personas se manejan con dobles mensajes ambivalentes, o sea que son capaces de confundir alabando un día y al día siguiente rebajando a su víctima sin ninguna piedad; pudiendo llegar a actuar con crueldad y jugar con sus sentimientos, tratando de hacerse indispensables para lograr con sus artimañas hacer que el otro se sienta inseguro y dependa de ellas.
La relación con un descalificador resulta muy peligrosa porque lo que intenta es tomar el control y tener el poder.
Es posible reconocer las señales de alguien con estas características y aprender las conductas adecuadas para evitar ser dañados.
Se puede descubrir la forma en que operan y anular sus intenciones con inteligencia, porque el descalificador simula ser amistoso pero esa actitud es una máscara. Parece que se interesa en su víctima pero por otro lado está tramando aprovecharse de ella.
Suele ser irónico y manejarse con indirectas para descolocar al otro y hacerlo dudar de lo que está haciendo, desalentando cualquiera de sus iniciativas o proyectos y observando todo con cuidado para tener más elementos para el posterior ataque.
Es así como termina socavando la autoestima de su víctima para poder agrandarse y superarla.
Siempre parecerá que quiere apoyarla pero volverá a la carga recordándole los puntos débiles que teme para que no los olvide; aumentando el valor de sus errores o fracasos y minimizando sus logros.
Su comportamiento parecerá angelical pero estará dispuesto a atacar ni bien tenga la oportunidad.
El descalificador es el sabelotodo, el autosuficiente, el que siempre tiene razón, el que puede amargar la vida a cualquiera y hacerlo infeliz con su sola presencia.
Todos alguna vez hemos tenido alguien así cerca y hasta ellos también lo han tenido. A estas personas no hay que darles espacio para actuar ni dejar que participen en los propios planes, porque siempre tendrán algo que objetar y se deleitarán presenciando nuestro fracaso.
Con el tiempo, no es raro que se vuelvan más y más agresivas, principalmente cuando se dan cuenta que están perdiendo poder y control; y hasta pueden terminar sufriendo una depresión grave.
Este hábito de descalificar a otro es contagioso y son las personas que han sido descalificadas sistemáticamente en su vida las más propensas a adoptar esta actitud; porque todo descalificador ha sido alguna vez una víctima y es la forma patológica que aprendieron para relacionarse.
Se puede vencer a un descalificador si uno no se presta a su juego, no lo contradice ni reacciona ante sus juicios. Lo mejor será intentar acercarse a él y ponerle buena cara para disminuir la tensión, cambiando de tema, no para lograr su amistad sino para inhibir cualquier ataque.
Nadie tiene poder sobre nosotros, sólo pueden tenerlo si se lo concedemos.
Fuente: “Gente Tóxica”, Bernardo Stamateas.