Existen distintas razones para que un hombre pague para tener sexo, pero para algunos expertos, los principales motivos que tiene un hombre son denigrar a la mujer y reafirmar su identidad sexual.

Los clientes de la prostitución que compran sexo en cabarets, casas de masajes, zonas rojas o por medio de servicios especiales de alta categoría, son en su mayoría hombres.

La gran cantidad de hombres que consumen sexo hace que no se los pueda considerar enfermos, sino más bien personas que necesitan manifestar su necesidad de abusar del poder y su falta de respeto por toda ética humana.

El consumo de sexo como mercancía es un problema social, psicológico, cultural, político y ético en todo el mundo y define la relación que todavía subyace en la relación hombre mujer; porque el hecho de contar el hombre con el potencial viril y el dinero, anula la condición del otro como sujeto.

Representa un modelo cultural que convierte en macho a quien se atreve a dominar a las mujeres, incluso frente a los otros.

Los expertos están de acuerdo en afirmar que estos hombres no pueden disfrutar del sexo con amor, sino solamente mediante la humillación de la mujer.

Muchos varones no logran asociar el amor con la pasión y permanecen disociados siempre, anclados en una etapa inmadura del desarrollo psicosexual.

Un hombre puede amar a una mujer pero no sentir atracción sexual y sentirse atraído sexualmente por otra sin amarla.

Un cliente se complace en responder a la expectativa del estereotipo masculino de naturaleza animal, que sucumbe ante la excitación que le produce la hembra en celo.

El trabajo de prostituta, que es el más antiguo del mundo, exige a la mujer simular placer cuando realiza actos denigrantes, fingir orgasmos, tolerar toda clase de vejámenes e invasión a su cuerpo sin oponer resistencia y arriesgando su salud.

Estos hombres acostumbran a elegir cuerpos como si fueran objetos y al pagar por sexo, se convierten en clientes que tienen el derecho de satisfacerse.

Aunque en la mayoría de los países la prostitución se condena, en algunos se la considera una ocupación legal con los mismos derechos que tienen otros trabajos.

Las mujeres son las que ponen el cuerpo y la cara, como vendedoras de sexo y los hombres, como consumidores permanecen en las sombras.

Suecia es el primer país que penaliza el consumo de prostitución. En 1999 se aprobó en ese país la penalización de la compra de servicios y se despenalizó la venta, considerando a la prostitución uno de los aspectos de la violencia masculina hacia las mujeres y los niños.

En Argentina se sancionó este año el decreto presidencial 936 que prohíbe a los medios de comunicación la publicidad de oferta sexual, para controlar la prostitución y la trata.

Este decreto complementa la ley 26364 que se sancionó en 2008, que condena la explotación y el comercio sexual.

Fuente: “La Nación”, Sección Psicología/Salud; “Por qué los hombres pagan por sexo”; Tesy de Biase, 11/2011.

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