En pequeñas dosis, los celos pueden ser una prueba de cariño, pero cuando se convierten en una obsesión, en lugar de mantener vivo el amor, lo destruyen, provocando rupturas irreconciliables.
Estar celoso de los afectos es señal de baja autoestima y falta de seguridad y confianza en uno mismo.
Las personas celosas se convierten en carceleros de quienes aman porque temen perderlas y si no las pueden controlar se pueden volver violentas.
Los celos, en una relación, alejan al amor, porque le quitan a la pareja la libertad y el oxígeno para desarrollarse y crecer.
Sin embargo, algunos expertos opinan que los celos pueden ser un mecanismos biológico de supervivencia ancestral, para ayudar a mantener las relaciones unidas y no poner en peligro a la descendencia; aunque actualmente se afirme que son una de las principales causas de homicidio.
Detrás de los celos se oculta el temor de perder a alguien que se considera propio.
Tal vez para nuestros ancestros, los celos pudieron llegar a ser útiles en algún sentido, pero para las generaciones actuales, que no tienen reparo en cambiar de pareja, ya no resultan de utilidad, sino que pueden convertirse en un síntoma patológico.
Los celos producen mucho sufrimiento porque implica la posibilidad de ser reemplazado por otro y de ser excluido, condición que produce un sentimiento de minusvalía y pérdida de identidad.
Es una emoción muy compleja que genera sentimientos de dolor, miedo, temor al abandono y a la pérdida, la posibilidad de caer en una depresión y el riesgo de perder el control y de cometer actos de violencia, dejando la sensación de haber sido traicionado, herido y humillado.
Para el psicólogo David Buss, de la Universidad de Texas, los celos son tan necesarios como el amor y el sexo, porque protegen a la pareja de una infidelidad potencial que puede poner en peligro su unión; porque lo que más celosos pone a los hombres es la infidelidad sexual, que es la que genera incertidumbre sobre la paternidad y la que crea la posibilidad de tener que criar a los hijos de otro hombre.
Para las mujeres, en cambio, los celos tienen la función de defender la estabilidad del amor y proteger el compromiso de su pareja con los hijos.
Los celos son el principal motivo de las desavenencias conyugales y de los divorcios, pueden proteger al amor en cierta medida, pero exacerbados transforman una sospecha en una traición real aunque no sea verdadera.
Según un estudio aún no publicado realizado en España con mil personas, sobre relaciones de pareja de distinto nivel de compromiso, los celos están asociados a distintos trastornos de la personalidad, como la neurosis y la inestabilidad emocional y produce emociones negativas como la ira, la ansiedad.
Los celos pueden ser un mecanismo biológico que se pone en funcionamiento cuando una persona siente que su relación está en peligro y que su sentimiento de identidad amenaza con derrumbarse.
Surgen con más frecuencia en una pareja que tienen gran diferencia de edad o cuando uno de ellos duda de sí mismo y le atribuye cualidades al otro que no siempre son reales, que le hacen temer que pueda seducir a un posible rival.
Las personas inseguras son las más celosas, no sólo de otras posible parejas sino de amigos y hasta de niños, o sea de cualquier persona que atraiga por cualquier razón a la persona que ama.
Estar celoso es la señal que nos indica que estamos estancados y que no estamos desarrollando nuestro potencial.
Hacer algo por sí mismo para realizarse como persona es la mejor manera de elevar la autoestima y al mismo tiempo de atraer la atracción de la persona que se ama. Porque es imposible exigir ser amado, sólo se puede conquistar el amor siendo quien uno realmente es.
Los celos se curan pero antes tenemos que empezar a mejorar la imagen que tenemos de nosotros mismos, atreviéndonos a ser quienes realmente somos.
Fuente: “Psicología Positiva”, “Los Celos-Grandes destructores del amor”, Hara Estroff Marano, febrero 2010.