Las lesiones cerebrales leves de tipo traumático pueden ser una amenaza oculta para las víctimas.

Una persona que ha sufrido los efectos de una explosión cercana es probable que nunca vuelva a ser la misma, aunque el diagnóstico haya sido lesión cerebral traumática leve; porque puede volverse irritable, intolerante, sufrir pérdida de memoria, dolores de cabeza, ataques de pánico, confusión, cambios bruscos de humor e ilusiones sensoriales como zumbidos en los oídos y sabor metálico en la boca.

El diagnóstico puede haber sido en su momento lesión cerebral traumática de carácter leve, debido a que solamente produjo una pérdida breve de la conciencia o una transitoria perturbación de la función mental o sensorial, ya que los traumatismos son consideran leves, moderados o graves según sus consecuencias inmediatas; pero a largo plazo son una amenaza.

Una lesión cerebral traumática causa además trauma emocional y trastorno psiquiátrico de tensión postraumática, patologías que se pueden presentar a la vez.

Con respecto al traumatismo cerebral debido al choque del cráneo con una superficie consistente, en un accidente, en una caída, o en la práctica de un deporte, puede producir hematomas cerebrales, fragmentación de neuronas y fallo eléctrico.

La consecuencia a largo plazo de estos golpes puede ser también un mayor riesgo de padecer demencia y epilepsia.

La rotura de neuronas puede liberar niveles tóxicos de mensajeros químicos (neurotransmisores) y causar daños en otras neuronas; y estas lesiones pueden provocar problemas cognitivos persistentes, además de otros problemas químicos en el cerebro.

Las conmociones cerebrales pueden alterar el patrón de actividad de las células nerviosas, lo que puede producir ilusiones, lapsus de memoria y cambios de humor.

Las ondas de choque de alta presión, similares a las explosiones cercanas, causan hematomas y hemorragias cerebrales que llevan a la muerte celular de las neuronas; en tanto que las ondas de baja presión como por ejemplo la que puede ocasionar el reventón de un neumático cerca del rostro puede deformar las neuronas.

Por otro lado, hallarse cerca del estallido de una explosión también produce un estrés psicológico que puede causar daños o disfunción cerebral, debido al excesivo aumento de hormonas de estrés sobre el cerebro.

Michael P. Alexander, neurólogo de Harvard, afirma que los problemas mentales que padecen los ex combatientes que participaron activamente en conflictos bélicos, son principalmente emocionales y psiquiátricos más que por impactos físicos sobre el cerebro.

Los pacientes con estos trastornos responden bien con terapia cognitivo-conductista, en la que se trata de modificar patrones de pensamiento distorsionados y corregir conductas desadaptadas.

Una técnica modificadora es la desensibilización afectiva, que consiste en exponer al paciente en forma progresiva a los mismos estímulos que lo afectaron, para que se habitúe a esas situaciones y se reduzca el impacto emocional que le producen.

La realidad virtual es una herramienta eficaz para llevar a cabo estas experiencias, mediante programas informáticos que recrean situaciones de peligro temidas.

Como el cerebro tiende a repararse por sí solo, los científicos están investigando este proceso para eventualmente poder reforzarlo con el medicamente adecuado.

En un futuro cercano, se podrá realizar la implantación de células madres neuronales del mismo paciente, para reparar o sustituir tejido cerebral dañado.

Actualmente el avance de la tecnología permite contar con elementos electrónicos para ayudar a los lesionados cerebrales a manejarse mejor en la vida diaria, como por ejemplo, ordenadores de mano, teléfonos inteligentes y grabadoras, para registrar la información importante ni bien la reciben para no olvidarla.

Fuente: “Mente y Cerebro”, No.42/2010, “Impactos en el cerebro”; Richard J. Roberts.

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