El obstinado es el que quiere tener siempre la razón; el que vive en un mundo cerrado de ideas fijas; el que no admite matices; el que está siempre en desacuerdo con cualquier opinión; el que pretende que los demás piensen como él, porque no quiere escuchar a nadie y solo cree en él.
La obstinación es el rasgo de carácter que impide ver otro punto de vista diferente al propio, reduciendo la percepción a esa sola apreciación, que siempre se considera la mejor.
El obstinado es el espíritu de contradicción que entorpece toda comunicación e intención, en el grupo familiar, en el trabajo o en una ocasional encuentro o reunión; y el que se complace en sabotear cualquier decisión.
La gente que rodea a una persona obstinada, se acostumbra a no contradecirlo, porque sabe que cualquier sugerencia desencadenará una serie de cuestionamientos irrefutables que agotarán su paciencia; por eso es común que lo dejen de lado y en el mejor de los casos, decidir sin contar con su aprobación.
Es difícil convivir con una persona obstinada, que se deleita en oponerse a cualquier iniciativa y que se complace en obstruir cualquier proyecto que no sea el propio; porque esta rigidez de pensamiento bloquea cualquier proyecto o cualquier intento de cambio, y principalmente atenta contra el vínculo.
El obstinado jamás reconocerá sus errores aunque los hechos demuestren que estaba equivocado y sólo intentará buscar excusas insostenibles para justificarse. No puede aceptar sus errores porque tiene baja autoestima y su obstinación es la que lo ayuda a autoafirmarse.
Puede llegar a perder oportunidades por no dar su brazo a torcer; perder amigos, puestos de trabajo o parejas; enemistarse con su mujer o sus hijos a quienes es común que subestime para poder sentirse superior.
A una persona obstinada le cuesta mantener un trabajo estable, porque es discutidora, polémica y oposicionista; no puede trabajar en equipo porque es individualista, no se relaciona bien con sus pares y suele enfrentarse con sus superiores; carece de humildad porque es arrogante y prepotente y puede especular con sus atributos físicos pero desilusionar con el trato, porque no puede evitar discutir.
El carácter obstinado es difícil cambiarlo, porque quien lo padece no tiene conciencia de su condición y jamás estará dispuesto a reconocerlo.
Estas personas tienen un sentimiento profundo de fracaso que ocultan detrás de una actitud que se caracteriza por estar siempre a la defensiva para terminar con extenuantes argumentos, ganando por cansancio.
La terapia cognitiva podría ayudarlas a tomar conciencia de esta grave falla de carácter y aprender a considerar otros puntos de vista, a ser más tolerantes con otras opiniones, a aceptar que pueden estar equivocadas, que no son las dueñas de la verdad; y tener de esa forma la oportunidad de poder relacionarse mejor.
También es operativa en estos casos la técnica de rol playing en la dinámica grupal, en la que se tiene la oportunidad de jugar otros roles y sentir en carne propia el desagrado y la frustración que produce ese defecto de la personalidad.
No se trata de ser criticado, sino de darse cuenta del propio comportamiento, cuando el estereotipo de la forma de ser personal se ve reflejada en el otro.
En el caso del sujeto obstinado, tanto él mismo como el grupo, pueden percibir cómo su actitud produce una barrera en la comunicación y bloquea la actividad operativa y los propósitos del conjunto.