Sólo yo lo sabía, y la noche lo sabía en silencio, pero estabas de siempre en el alma que acaricia los sueños.
Sólo yo lo sabía, y el aire lo sabía en sus dedos, pero estabas por siempre dormido en las alas del tiempo.
Sólo yo lo sabía, del agua lo sabía el reflejo, pero estabas de siempre en las fuentes de los cántaros llenos.
Sólo yo lo sabía, y el campo lo sabía en su seno, pero estabas por siempre florido en la flor del espliego. Sólo yo lo sabía, y el alma lo sabía en secreto, pues estabas de siempre en la vida que latía en su centro.
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