Una tarde te encontré
bajo el cielo perfecto
dibujando sonrisas
en la blanca espuma.
Pude desaparecer
por la helada altura
amarrada a tu vuelo,
y fui feliz a pesar de la corta distancia
que caminaron tus pasos,
en aquellas horas tempranas.
Toda mi vida te busqué
en rostros ajenos,
en cada lugar,
en la mitad de mi alma...
El horizonte desnudo de imágenes
no me enseñaba la huella
de tu mirar secreto,
y lloraba...
mis otros amores,
mi soledad de nieve,
mi tiempo siempre frío...
Cuando te conocí
guardé las estrellas bajo mis alas
de ángel,
imaginé la pulcritud de los astros
en el firmamento lívido,
supe lo que era morir
con los brazos vacíos...
Aquellos instantes que inventaste
me dejaron una triste historia
que escapa,
delirante,
frente a la tinta roja
de mi corazón que estalla...
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