Todos los días las noticias informan sobre estos aberrantes hechos, que en su mayoría se producen en el seno de una misma familia, en la cual se descubre, a veces después de muchos años, que padres, hermanos o tíos violan reiteradamente a las mujeres o chicos de la casa.
Los delitos a la intimidad son más comunes de lo que uno se puede imaginar, porque en general no se denuncian, quedando expuesta la víctima a una situación difícil de revertir sin provocar un escándalo.
Los sentimientos que sienten hacia el violador suelen ser contradictorios, porque se trata de un miembro de la familia ligado por el afecto que a la vez inspira un sentimiento de rechazo debido al abuso.
Cuando el violador es el padrastro, la madre suele optar por la negación y no creer la versión de sus hijos sobre los actos de abuso y hasta es capaz de atribuirles la responsabilidad a ellos de haberlos provocado para lograr la disolución de la pareja con calumnias infundadas, incrementando los usuales sentimientos de culpa que genera esta situación en los hijos.
Cuando se trata del padre biológico, que afortunadamente son los casos menos frecuentes, la violación es una conducta sexual patológica que tiene su raíz en experiencias infantiles traumáticas similares; porque esencialmente todo violador es alguien que ha sido a su vez violado en forma reiterada.
Un niño que es violado sistemáticamente, quedará fijado a esa experiencia y en la adultez sólo podrá obtener placer sexual ligado a la violencia.
Se trata de personas que pertenecen a familias disfuncionales en las cuales, además de las carencias habituales, los roles son ambiguos.
El niño violado siente culpa y muchas veces debe tolerar muchos años de vejaciones sin poder defenderse.
En la mayoría de los casos esta situación es favorecida por el hacinamiento en que viven algunas familias de escasos recursos, que obliga a los padres a compartir su intimidad y a exponer a los hijos a presenciar sus encuentros sexuales, que los deja sin saber cómo manejar sus propios impulsos.
Pero también en las familias de clases altas se cometen abusos sexuales, sólo que puede haber un manejo más sofisticado que hace más difícil que salgan a la luz.
Muchos chicos que viven en la calle son niños abusados que han huido de sus hogares, porque es la única forma que encuentran de resolver ese conflicto. Pero en la calle estos chicos se exponen a otros peligros como el alcohol, las drogas y la prostitución, dejan de concurrir a la escuela y aprenden a mendigar y a robar para mantener sus vicios.
Los padres violadores que suelen ser también alcohólicos, cometen sus atropellos estando ebrios, y en esa condición pueden llegar a violar aún a sus hijos más pequeños.
La violencia sexual es una conducta que no tiene cura, porque es la única forma en que los violadores han aprendido a disfrutar del sexo; y los menores que sufren estos ultrajes, están condenados en el futuro a hacer lo mismo.
Estos delitos tienen que ser denunciados a las autoridades para que sus autores reciban la pena que les corresponde y ser obligado a vivir separado de su familia y permanecer alejado de ella.
Existen dependencias estatales con personal especializado que facilita el manejo de esta situación y puede ayudar a estas familias a terminar con el abuso.