No podemos demostrar que la realidad sea real, pero de lo que sí estamos seguros es de que estamos pensando.
Creemos todo lo que pensamos sobre nosotros mismos y son nuestros pensamientos los que crean nuestro mundo; por eso, si cambiamos nuestros pensamientos podremos cambiar nuestro mundo.
Estamos acostumbrados a vernos como nos veían nuestros padres; y nuestra tendencia es repetir la vida emocional de nuestra infancia.
Somos víctimas de las personas que más hemos amado y ellos sólo hicieron lo que pudieron con lo que aprendieron siendo chicos.
En lugar de vivir quejándonos y continuar teniendo experiencias acordes a nuestro pasado, tenemos que intentar abandonar nuestros viejos pensamientos y adoptar otros para poder crear un futuro diferente.
Los pensamientos están unidos a emociones; si nos despojamos de los pensamientos asociados con emociones negativas desaparecerán también esas emociones, porque el poder al pasado se lo damos nosotros.
La culpa que sentimos por cosas que creemos haber hecho hace que nuestra vida no funcione adecuadamente. Cualquier error que hayamos cometido fue lo único que pudimos hacer en ese momento. Tal vez ahora haríamos otra cosa, pero en el pasado no pudimos.
Siempre hacemos lo que podemos y nadie es perfecto; solamente amándonos a nosotros mismos tal como somos hace que todo a nuestro alrededor cambie y mejore.
Lo que más afecta la vida de la gente es la culpa, el miedo y el resentimiento. Más que cualquier otra cosa, estas emociones alteran el cuerpo y la mente.
Somos responsables de todo lo que nos ocurre, ningún otro tiene la culpa de lo que nos pasa, porque es nuestra actitud la que atrae a quienes nos maltratan.
Un resentimiento mantenido mucho tiempo puede producir un cáncer en el cuerpo porque las emociones reprimidas afectan los órganos y cada órgano en particular expresa una emoción diferente.
Por ejemplo, el hígado expresa la ira; el corazón el estrés y la tristeza; los pulmones el pesar y el duelo; los huesos la inseguridad; la vejiga, el colon irritable, las úlceras y las llagas en los pies, el miedo; y la artritis el hábito de la crítica y el perfeccionismo.
Perdonar todo a todos puede curar un cáncer; porque el que perdona se libera, deja libre al otro que también sufre, hace desaparecer su culpa por no poder perdonar y puede disolver su tumor canceroso. Por eso, cuando nos enfermamos, tenemos que recordar a quién no hemos perdonado.
Algunos son infelices porque creen que deberían ser más delgados, más altos, más ricos, más atractivos, más exitosos; o sea que sienten que han fracasado porque no son como otros quieren que sean. Valoran tan poco sus propias necesidades que no se dan cuenta que están sufriendo por querer satisfacer a los demás.
Cuando logran reconocer que esos no son sus propios anhelos sienten un gran alivio y se pueden concentrar en lo que ellos realmente quieren.
Cuando una persona consulta con un profesional porque tiene un problema, casi nunca el problema que tiene es ese sino otro, pero está tan convencida de ello que se pasa la vida tratando de solucionarlo sin éxito.
El exceso de peso, por ejemplo, puede no ser el verdadero problema para una persona sino otro, como el miedo y la necesidad de protección. Seguramente si esa persona logra enfrentar su miedo y liberarse de la dependencia comience también a perder peso naturalmente porque cuidará más su cuerpo y comerá solamente lo que necesita.