La estabilidad emocional se logra mediante la reflexión y el control de los impulsos.
A diferencia de la represión, que consiste en olvidar aparentemente un hecho traumático pero conservando la emoción negativa que suscitó, el control de impulsos es la capacidad de vivir el dolor para poder dejarlo ir, porque es propio del ego y no del yo verdadero, que es el que puede discernir y darse cuenta del derecho que tienen los otros de pensar diferente.
Los deseos motivan la acción, y si cedemos a ellos sin discriminar si son auténticos o egocéntricos, perdemos la capacidad de mantenernos estables emocionalmente y de cumplir con nuestros propósitos reales.
Tenemos que desconfiar de nuestros impulsos y reflexionar antes de actuar, porque la mayoría pertenecen al ego y se refieren a cosas externas que deseamos tener porque las tienen otros, sin tener en cuenta nuestras genuinas necesidades.
Seguir el camino de los otros nos hace esclavos, no libres. Es necesario renunciar a continuar luchando con las limitaciones que encontramos cuando transitamos senderos que no son nuestros y escuchar solamente la voz interior para llegar a ser nosotros mismos, sin necesidad de luchar o competir.
En el nivel de las apariencias nuestra atención es atraída por una gran cantidad de estímulos que nos producen confusión, pero dentro de uno mismo está el testigo silencioso que se mantiene estable y que es perfecto; y cuanto más nos aproximemos a nuestro ser real, mayor estabilidad emocional lograremos.
La inteligencia emocional es la que nos permite lograr la estabilidad emocional, o sea pensar racionalmente antes de reaccionar impulsivamente y no perder el control por cosas externas que creemos nos harán felices y que no son para nosotros; porque solamente tienen valor los deseos que nos conducen a nuestros propósitos más genuinos.
El desequilibrio que nos lleva a la inestabilidad emocional es la sensación de que no podemos lograr lo que queremos, aunque cuando lo logramos continuemos sintiéndonos vacíos por dentro.
La cuestión no es experimentar solamente experiencias positivas, porque para sentirse realmente bien se necesita ser libre siendo fiel a uno mismo, trascendiendo la identidad falsa.
Es importante permanecer centrado y no disperso, adoptando el ritmo de la propia vida, porque somos mucho más que las experiencias.
Si observamos nuestra intención de reaccionar, pero sin involucrarnos; nos daremos cuenta que aparece otra perspectiva más serena.
Cuando tenemos una experiencia negativa podemos tomar distancia de ella y revivirla en la mente; y cuando aparece la ira o el dolor, atreverse a sentirlo, pensando que es la respuesta del ego debido al hábito y dejarlo ir; porque eludir el dolor es arriesgarse a conservarlo latente.