Granada busca en la noche
a su lunita de estaño,
le pregunta por el niño
envuelto en su dúctil manto.
¡Ay, Geníl, no me lo robes!
clama la luna temblando,
será mío para siempre,
no lo daré a tus remansos.
La ciudad cuenta bajito
los romances del milagro,
mientras la luna no quiere
soltar del niño la mano.
Muy negros, los nubarrones
acechan desde lo alto
y galopan los jinetes
con tambores de quebrantos.
Se escuchan por las mañanas
repiques de campanarios.
La Zumaya se escondió
en lo profundo del árbol.
La veleta de la torre
canta responsos arcanos
mientras giran con el aire
las angustias de sus brazos.
Ríos, torre, viento, nubes,
la fuente de los naranjos…
Todos pugnan por el niño,
todos quieren despertarlo.
A la silenciosa fragua
llegas, lunita de estaño,
mas hoy no quieres bailar
con tu polisón morado.
Ya duerme sobre su yunque
el morenito gitano.
Gime la luna su pena,
no quiere el aire velarlo…
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