La alimentación consciente, que algunos denominan anti dieta, es una antigua práctica que proviene del budismo que cada vez más gente intenta seguir en occidente.
Son muchos los que se suman día a día a los que están dispuestos a incorporar este hábito saludable a sus vidas a la hora de sentarse a la mesa, aunque no sea nada fácil.
Pueden hacer la prueba llevándose a la boca una pasa de uva e intentar saborearla durante cinco minutos antes de tragarla. Les costará bastante mantenerla en la boca tanto tiempo pero descubrirán que además de su dulzura tiene un sabor único que no se parece a ningún otro.
Es difícil ser consciente de lo que comemos cuando tenemos hambre, porque antes de tragar un bocado ya estamos tomando otro y llevándolo a la boca, casi sin haber degustado el bocado previo.
Una forma de controlar nuestro impulso de devorar todo lo que tenemos en el plato lo más rápido posible, es apoyar los cubiertos a ambos lados del plato después de cada bocado para poder saborearlo y masticarlo lentamente, tratando de resistir la tentación de tragarlo.
La comida no solamente tiene sabor, también tiene olor apetitoso, temperatura adecuada y textura variada y la mayoría de las veces no lo notamos. Comer en forma consciente es darse cuenta de todas estas características y concentrarse en el placer de degustar la comida.
De esta manera comer se convierte en un acto casi sagrado que celebra la vida y que favorece la digestión, porque prepara al cuerpo de la mejor manera posible para asimilar los alimentos.
Los monjes budistas meditan mientras comen al estar plenamente atentos a las sensaciones que les provoca cada bocado.
Esta práctica, reservada a los antiguos monasterios, es hoy en día tema de investigación en varias universidades de Estados Unidos, como por ejemplo la de Harvard, que trasladó ese experimento a la empresa Google de California, donde los empleados tienen la oportunidad de contar con el tiempo necesario al mediodía para almorzar a conciencia.
Los expertos en nutrición consideran que comer lentamente, saboreando cada bocado con máxima atención, podría ser la forma de terminar con la epidemia de obesidad que hasta ahora ninguna dieta parece poder erradicar.
La alimentación consciente no es una dieta, porque no exige privarse de ningún alimento, sólo consiste en aprender a saborear la comida lentamente y disfrutar del placer que proporciona el acto de comer.
Esta forma de alimentarse permite darse cuenta de lo que comemos y de que ya se ha ingerido lo suficiente, brindando la oportunidad de parar antes de sentirse lleno.
La doctora Jan Chozen Bays, pediatra, maestra de meditación y escritora, publicó el libro “Comer a conciencia: una guía para redescubrir la relación saludable y divertida de la comida”; donde señala que este método es una anti dieta que resuelve el problema de comer en forma inconsciente y que ayuda a bajar de peso.
La doctora Lilian Cheung, de Harvard, también se dedica a investigar las ventajas que ofrece esta práctica, principalmente en este momento en que el ritmo de la vida es cada vez más veloz, y en el que parece haberse perdido la capacidad de introspección.
Es importante darse cuenta que muchas veces ingerimos ciertos alimentos solamente para calmar la ansiedad, sin tener hambre y que además, al comer rápido comemos de más, porque la saciedad aparece después de veinte minutos después de haber empezado a comer.
En definitiva, se trata de reconocer por qué motivo tenemos ansias de comer sin tener apetito y por qué nos gratifica más sentirnos llenos que disfrutar de la comida.
Incorporar un nuevo hábito de alimentación y abandonar otros que pueden resultar perjudiciales, demanda constancia y tiempo. Lo más prudente es comenzar de a poco, sin pretender ser perfecto y manteniendo firme le decisión de cambiar de hábitos.
Esta nueva forma de alimentarse también aportará cambios beneficiosos en otros niveles de la vida.
Fuente: “La Nación”; “Alimentación consciente”, una práctica que suma seguidores; Jeff Gordinier; The New York Times.