Un anciano de color, sentado alrededor de su propio fuego, mirando las últimas brasas que callaban. Quedamente escuchaba una música de queja. Descubrió una imagen y un silencio, tomó alimento en solitario. Sellado el día, firmó una oscura y fría noche. ¿A qué vienes estrella, desafiando al nublado cielo? Pensó larga y serenamente en el camino y en el barro, en el valor de la lucha, en las pocas fuerzas que le quedaban, en la poesía del abuelo, en las lluvias, las cosechas…en el amo blanco.
Recordaba las mañanas soleadas y los latigazos del atardecer…en el amor perdido y encontrado una y otra vez…en otro poema del abuelo que hablaba de días de libertad que hallarían sudando sangre y huyendo…pero de frente y despacio, con orgullo, sin temor, porque una estrella desafiante diría en la inmensa negrura: ¡terminó la esclavitud, levantemos las armas! Y uniendo las manos apagarían las cenizas. El abuelo fue sabio, por ello descansa todavía en el corazón del hombre honesto que duerme aún hoy con su aliento…haciendo caso a sus palabras, exaltando la revolución y vislumbrando un horizonte imperecedero a través de la espesa niebla. Ah, la estrella…punto…luciérnaga…
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