La vejez es una etapa más de la vida, la última pero seguramente la mejor.
Es inútil tratar de seguir siendo joven y comportarse como si se lo fuera, cuando se han dejado atrás muchos almanaques; porque aunque no se quiera reconocer el paso de los años, son los otros con su forma de tratarlos, los que los ayudan a darse cuenta que ya son ancianos.
La mayoría de la gente no cree que esta etapa sea la mejor y se resiste inútilmente intentando mantenerse joviales y sometiéndose a cirugías estéticas; porque evalúan las etapas desde el punto de vista del ego, que solamente se complace en secucir, obtener logros, consumir, divertirse y pasarla bien; pero desde el punto de vista del sí mismo, no pueden ver que la vejez es el tiempo mejor.
Una persona que ha vivido su vida de una manera sana, que ha cuidado su cuerpo y su mente, que ha sabido dar y recibir amor, que ha perseguido objetivos posibles, que se aprecia a sí misma y sabe valorar a los demás considerándolos otros separados de ella, que ha logrado ser independiente, que no se aferra ni a las personas ni a las cosas, que ha sabido respetar su propio código ético y ha sido fiel a sí mismo, seguramente tendrá una vejez productiva y feliz y podrá dar mucho todavía de sí misma, tal vez lo que ni siquiera nunca imaginó y que hará que evalúe esa etapa como la mejor de su vida.
Brad Pitt, famoso actor norteamericano, afirmó en una entrevista por televisión que no tenía miedo a envejecer, porque recién a la vejez se logra la sabiduría y él prefería ser sabio a ser joven. Hoy tiene 47 años pero seguramente, como le pasa a la mayoría, ya se siente viejo, porque está al borde del medio siglo y comienza a darse cuenta que la muerte es algo que también le puede ocurrir a él.
Brad Pitt ya está pensando a qué se va a dedicar cuando se retire, tal vez pronto, ya que está muy entusiasmado en dirigir y casi se atreve a creer que esa es la actividad creativa que más le gusta.
Este actor, a pesar de ser uno de los más famosos y taquilleros del mundo del espectáculo a nivel mundial, parece no creer en la fama y eventualmente es capaz de renunciar a ella y retirarse con elegancia, al ser consciente, que llegará el día en que no estará en condiciones de hacer papeles protagónicos, en que deberá aceptar que su cuerpo no es más el mismo, que el éxito no dura para siempre y que para poder seguir creciendo no hay que aferrarse a nada.
Todos soñamos con hacer algo grande, trascender en este mundo y destacarnos de algún modo. Pero ese sueño que todos albergamos dentro, no es de este mundo, ese sueño es el anhelo de algo verdaderamente diferente, la pura conciencia.
No importa no haber tenido éxito, lo importante es haber hecho de nuestra propia vida un éxito; porque es evidente que muchos de los que han logrado fama han creido necesario sacrificar sus vidas personales.
Un anciano tiene más tiempo para las cosas que son verdaderas, como los afectos, la naturaleza, el intelecto, el arte, la música o la cultura.
Carl Jung afirmaba que la vejez es la edad de la cultura y es cierto, es la oportunidad que se tiene de elevarse a una dimensión cultural más alta, de atreverse a ser creativos, de penetrar en mundos que no se conocen y de descubrir misterios que para muchos permanecerán siempre ocultos.
Los ancianos viven en una dimensión de tiempo más lenta, los jóvenes se los llevan por delante y los atropellan porque circulan a quinta velocidad, mientras ellos sólo van en primera.
No saben que yendo más despacio se pueden apreciar las cosas mejor y descubrir sus esencias más que contentarse con ver su apariencia.
Ser anciano es un gran honor, el honor de haber tenido el coraje de haber vivir mucho tiempo, y debería ser un orgullo, el orgullo de haber intentado aportar un grano de arena en este mundo con el mejor de los propósitos: dejarlo mejor.