
Hoy uno se avergüenza ya del reposo. Emplear tiempo en meditar produce remordimiento de conciencia. Se piensa con el reloj en la mano, así como se come al mediodía con los ojos puestos en las noticias de la bolsa de valores o la prensa del corazón. Se vive como uno que continuamente pudiera perder algo. Es preferible hacer cualquier cosa antes que nada.
Se nota hasta en el trato con los amigos; se va perdiendo todo espíritu de conversación. Antes se tenía más tiempo para ceremonias. La virtud ahora consiste en hacer algo en menos tiempo que el otro. Ya somos sobrios hasta para la felicidad; parece que nos avergonzamos en dejar tiempo para la alegría y nos tenemos que justificar diciendo que es preciso que haya reposo.
Pienso en ese amigo al que me gustaría escuchar, y nunca tendrá tiempo para dedicarme. Aunque bien pudiera ser que no lo hiciera, porque su escaso tiempo lo emplee en escuchar a gente que le parece más interesante que yo. De todas formas, sea como sea, nos hemos vuelto esclavos del tiempo.

|