Como un hilo de seda serpentea el río entre los retazos verdes o amarillos de aquel paisaje. Su fondo, de arquitectura cavernosa, toma caprichosas formas, donde se solazan las truchas esquivas con su piel de plata.
Mis pies resbalaban sobre sus piedras, mientras las verdes algas abrazaban mi tobillo. Finas ataduras como las del sentimiento que me sostiene a su lado, mientras él, ausente a mis pensamientos, se desliza como espuma por sus aguas.
En el terruño se pierde el eco de mi palabra que reverbera entre los árboles, volviendo a mí como silencio.