Seguramente todos tenemos la misma energía, pero no todos somos tan activos, o nerviosos en apariencia. Imagino que la repartimos de forma diferente. Unos la usan buceando dentro de sí mismos, otros en locas carreras contra el tiempo.
Los primeros lograrán antes conocerse a sí mismos y al pensamiento humano, pero sufrirán más. Los segundos serán más alegres, pero tendrán menos tacto en su trato con los demás.
De todas formas, quien con normalidad utiliza esa energía hacia adentro, puede dar una sorpresa con una acción inesperada llena de fuerza. Y es que quizá el pensamiento no gaste la suficiente, con lo cual llegará a acumularla hasta reventar por algún sitio.
Es igual que la timidez. Hay tímidos que en un momento determinado se atreven a lo que al más descarado de los mortales, no se le ocurriría.
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