Mi casa tiene innumerables puertas, pero todas de salida. Por tal razón, no hay aromas nuevos, y el ambiente se ha hecho espeso.
Una tienda sin pedidos, regalos apuntados en el debe de la memoria del tiempo. Siempre urgente, atravieso las puertas al exterior, como un misil que explota antes de llegar a su destino. La aldaba cuelga llena de orín, sin conocer el toque de la mano suave.
Un rumor de voces rebelándose, claman por no recibir nunca el refuerzo. Salen las palabras y no vuelven; un pueblo que habita mi mansión en aras de extinguirse. Engalanadas con sus barrocos trajes, siempre esperan a la reina que no llega. Salió prometiendo su vuelta, y su trono ha sido habitado por pequeños arácnidos que tejen la desdicha.
Amor, palabra que salió acompañada de un batallón de sentimientos, y no encuentra la entrada en esta heredad de evasiones.
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