
En el reino de la rosa, la soledad del jardín, me pierdo. Ebria de mi perfume cierro los ojos ya no quiero llenar el corazón con palabras que a mi me hieren.
Sólo mi aroma es real, en un capullo cerrado al mundo, al oro.
El viento y la lluvia llevan mis pétalos meciéndose en lo etéreo, donde nadie podrá ya alcanzarme.
Las palabras adquieren alas en mi soplo por ignorarlas
Lejana aún la oscuridad del otoño, el sol me ciega. Siento el dolor de mis propias espinas.
Silencio haré entre la hierba. No calificaré lo que siento, lo dejaré sin nombre en mi propio olvido

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