Las nubes vienen amenazantes, la oscuridad se cierne sobre el lugar, y el árbol (desnudo) no teme. Acostumbrado a su soledad, ha reparado en la tierra, su compañera, y a su lado se hace fuerte en la espera de Alicia.
Cuando los cielos se calmen al golpe de su mirada. Cuando las flores se peleen por nacer para poder acompañarla, ella pasará. Pasará con su eterna sonrisa inocente del que no conoce la envidia, ni la competencia; con la sonrisa del que no sufre una ausencia, porque toda ella es entrega.
Ella, que nació reparando en lo pequeño, y está atenta a la respiración de un grillo, les dejará su alegría. Se sentará bajo la mirada atenta de las hojas del árbol, las que se cimbrean y empujan por escuchar su charla.
En sus exploraciones, se ha adentrado en la huronera, y por infinitas galerías ha llegado a lo profundo. Hoy de su mano abandono el lugar donde me hallaba, para empezar a vivir de lo pequeño. Sé que sólo lo más insignificante será capaz de hacer que no me falte la sonrisa.
|