
Dueña de mis actos
de amaneceres despiertos
y atardeceres de ensueños.
Dueña de mi alma,
dónde mis tristezas escondo
dónde nadie penetra a
empañar mis enojos.
Libre es mi interior
de opiniones ridículas,
pura mi nostalgia, sin
llegar a amargura.
Dulces mi recuerdos,
sin querer ser un duelo
llenos de frescura a
la luz de la luna.
Nada ensombrece
mi espiritu indomable
por mucho que el destino
se obstine en doblegarme.
Mis alas al viento, mi
corazón contento,
mi alma respira
de amor y dulzura,
sin llagas, ni herídas
resguardada muy dentro
de duras malicias.
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