Una relación de pareja puede pasar por diferentes crisis por distintos motivos, como los celos, la violencia, la ira, la infidelidad, la falta de comunicación, el egoísmo, las adicciones y los problemas de carácter.

Aunque a muchos les parezca que los conflictos de su pareja son irrecuperables, una terapia a tiempo puede salvarla y ayudarla a desarrollar una base firme para mantener una relación estable y duradera.

Las crisis son oportunidades para el cambio y el crecimiento, pero si la pareja no toma conciencia de cuáles son los cambios que necesita realizar, no podrá salir de ese círculo vicioso que ha creado, que se ha vuelto crónico y que es capaz de desgastar la relación y destruir el amor; porque lo más común en estos casos es que ninguno de los dos se escuche y sea un diálogo de sordos.

Perder la comunicación es lo que hace que una pareja se separe, que es cuando también se llega a perder la esperanza de un entendimiento mutuo; porque si permanece unida, ambos se acostumbran a este tipo de vínculo y se convierten en dos seres aislados e infelices.

Una terapia de pareja hace posible terminar con un modelo distorsionado de comunicación y brinda la oportunidad de establecer una nuevo estilo de vínculo que favorezca el entendimiento mutuo.

El viejo mito de que las cosas se pueden resolver solas provoca muchas rupturas de parejas que parecen irreconciliables, después de haber pasado años tratando de resolver vanamente los problemas con insultos, agresiones y gritos.

El terapeuta es un observador objetivo de la comunicación, que puede conducir su diálogo por un camino que la pareja jamás ha transitado, sin tener que lidiar con el factor emocional que los involucra o con viejos resentimientos y rencores.

Siempre se necesita la participación de un mediador profesional para resolver las situaciones de personas que no logran comunicarse adecuadamente; y depende del grupo que se trate puede ser un psicólogo, un abogado, un árbitro, etc.

El mediador atiende por igual y en forma neutral y objetiva, las razones de los involucrados en un conflicto, y puede ver con mayor claridad cuáles son los factores que lo provocan; y en el caso de una pareja, la experiencia terapéutica permite que ambos se descubran, se comprendan, cambien de perspectiva y logren establecer una nueva forma de diálogo.

Las personas son todas diferentes y viven las experiencias de un modo distinto. Más que los hechos que les ocurren, lo que más las afligen son sus creencias: “Creo que no me quiere”; “Creo que me engaña”, “Creo que no le agrado”.
Cada uno vive en su mundo creyendo que es la víctima y para colmo de males no se escuchan.

En una terapia de pareja, el terapeuta obliga a ambos a escucharse mutuamente todo lo que se tengan que decir, sin interrumpirse; y esta sola consigna puede tener resultados sorprendentes. Descubren que lo que antes les parecían actitudes de indiferencia y desamor, ahora recobraban su verdadero significado, como por ejemplo preocupaciones financieras, proyectos inofensivos que no deseaban compartir o antiguas necesidades no satisfechas que se trataban de compensar.

Es imposible saber lo que piensa el otro, sin embargo, la mayoría se lo imagina y crea la base para una vivencia de frustración que resulta generalmente injustificada.

Cuando las parejas no se entienden, comienzan a proyectar su disconformidad de algún modo, generalmente con actitudes dañinas, suelen mostrarse indiferentes, silenciosos, agresivos y competitivos y complacerse en desvalorizarse y ofenderse mutuamente.

Lo importante es que no hay que renunciar a los propios deseos y satisfacciones para llevarse bien, sino aprender a comprender los deseos del otro y ayudarlo a cumplirlos.

Una crisis de pareja es siempre una oportunidad y la única forma de salir de ella con éxito es pidiendo ayuda profesional.



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