Una frustración lo suficientemente importante puede provocar una regresión a una etapa del desarrollo en la que se ha sufrido un trauma y la fijación de la libido y hacer surgir una enfermedad neurótica.
Algo parecido ocurre con las enfermedades psicosomáticas, en las que además sucede una pérdida de la coherencia de los afectos y un desconcierto afectivo.
Los afectos y las acciones se complementan, porque la descarga de los afectos, a través de la acción, disminuye sus consecuencias en el cuerpo.
Por ejemplo, la excitación afectiva que no llega a lograr una acción eficaz, puede descargarse como una arritmia cardiaca.
Las enfermedades psicosomáticas son para el paciente una solución y significan una salida digna de una situación conflictiva que no puede enfrentar normalmente, logrando derribar la barrera inmunitaria que lo protege.
El sistema inmunitario reconoce lo propio de lo ajeno y esta capacidad depende de la memoria que conservan los linfocitos.
Esta posibilidad permite el reconocimiento específico de la substancia extraña que penetra en el organismo y su correspondiente destrucción.
Sin embargo, lo ajeno no es desconocido por el cuerpo del todo, sino que es algo “familiar” que se ha reprimido y que se experimenta como no familiar.
En las enfermedades autoinmunes, lo propio se puede transformar en ajeno y ser atacado.
V. Laborde, investigó las específicas fantasías del timo, lo que lo llevó a interesarse en los procesos inmunitarios; llegando a la conclusión de que estos procesos se muestran como representantes inconscientes de la identidad, con su capacidad de diferenciar entre lo propio y lo ajeno.
La identidad es el proceso que nos permite diferenciarnos del resto de la gente, es el producto de una singular combinación de identificaciones, o sea de las características copiadas de personas significativas.
Laborde estudió esta relación entre el timo y el self y describe esta relación a través del análisis de la palabra intimidad; lo que le permitió también considerar la timidez como una característica esencial del carácter tímico, relacionado con la vergüenza y el orgullo despectivo.
El sistema linfocitario es lo más adecuado para representar simbólicamente los procesos de la identidad más precoz. Cuando este sistema es normal, preserva la identidad del individuo, en cambio un desarrollo atípico puede significar una exagerada defensa frente a una pérdida.
En el proceso psicoterapéutico, es necesario descifrar el código del lenguaje que transmite una fantasía inconsciente y que hay que interpretar, porque cada trastorno habla.
El hombre se enferma porque no puede soportar la historia que oculta y su enfermedad representa de manera inconsciente, un intento de cambiar el significado de esa historia que no tolera.
Esa historia no se encuentra en la conciencia como historia sino que permanece viva en cada acción, siempre en el presente y expresa en lenguaje simbólico el drama que el enfermo no quiere ver.
La enfermedad no es una casualidad ni una cuestión de suerte y la calidad de vida no depende exclusivamente de la alimentación, de la actividad física ni de los hábitos saludables; porque somos seres bio-psico-sociales y espirituales y las personas se enferman principalmente por causas emocionales.
El cuerpo sufre en forma directa las emociones del alma y es imposible ser sano si somos indecisos, si no disfrutamos del placer, si estamos frustrados sexualmente, si somos controladores, si no nos aceptamos como somos, si somos inflexibles y rígidos o si nos aflige cualquier otra emoción y no la expresamos adecuadamente.
Fuente: “¿Por qué enfermamos?”; Luis Chiozza.