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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Abderraman  (Mensaje original) Enviado: 15/06/2012 10:09

       

Ella está sentada en la mesa de un bar. Hay tres tazas de café vacías y, mientras su boca no para de modular, el hombre que tiene enfrente hace bolitas de papel con los restos del sobre de edulcorante y la mirada perdida quién sabe dónde.

Ese mismo hombre ha estado horas antes frente a su jefe con la intención de proponer un proyecto innovador, que explica con detalle y auténtico entusiasmo, pero no acaba de traducir sus ideas en números cuando un "olvidate de un aumento" lo deja mudo, perplejo.

Ese mismo jefe ha tenido una reunión con los directivos en la que ha defendido con un discurso elocuente las razones por la que no debería despedirse a ningún empleado, pero mientras propone un plan de contingencia todas las miradas apuntan absortas a un monitor que informa que las acciones se han derrumbado un 40 por ciento.

Una amiga soltera le cuenta a una casada entre llantos lo angustiante que resulta sentirse tan sola, pero cuando avanza a relatarle sus dramas cotidianos la casada se para mirando el reloj y le dice "¡alegrate de que no tenés chicos todavía!", mientras dispara a buscarlos a un cumpleaños.

Pero llega demasiado tarde y los padres del cumpleañero abren la puerta con cara de pocos amigos. Ella les explica con ojeras y tono de cansancio todo lo que ha tenido que resolver ese día y los anteriores, pero antes de que termine con su lista ellos dicen hasta mañana.

Ninguno ha sido verdaderamente escuchado. Porque hay cansancio, porque se está a la defensiva, porque hay problemas más serios, porque no se tiene paciencia, porque no hay tiempo o simplemente no hay ganas.

Y todos pierden. Porque la verdadera escucha enriquece a quien recibe y alivia a quien da.

Intercambiar palabras es bueno, pero no alcanza si el interlocutor no atiende el mensaje que la persona quiere dar.

No alcanza cuando el otro está distraído o cuando sólo escucha su propia voz, aunque haga la mejor mímica de atención.

No alcanza si el otro no hace un esfuerzo de empatía, de intentar comprender, de meterse en la lógica ajena para luego aportar el valor de la propia.

No alcanza si se parte desde el prejuicio.

No alcanza si el reloj suena más fuerte que la atención.

¿No alcanza para qué? Para la osadía de vanagloriarnos con la virtud de haber escuchado a otro. Ni para decirnos buen padre, buen amigo, buen jefe, buen compañero, buen esposo o la mayor santidad entre todas la santidades contemporáneas: decirnos "buena persona".

¿Se puede escuchar siempre? No.
 
 
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: IKH@NN@ Enviado: 15/06/2012 11:42
gracias por tu aporte
abracisimo
ikhanna


 
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