Es una enfermedad que se caracteriza por el estado de insuficiencia respiratoria aguda, que se produce periódicamente. Es una patología crónica de los pulmones que exige un tratamiento para poder vivir normalmente porque puede producir discapacidad laboral y hasta la muerte.
El asma puede desarrollarse en la infancia y también en la edad adulta. En la infancia afecta más a los varones y en la adultez es más común en las mujeres.
El asma también puede producirse debido a la exposición a ciertos químicos o residuos industriales que resultan irritantes para las vías respiratorias en trabajos insalubres.
Se trata de la inflamación de las vías respiratorias que hace que se hinchen y se tornen muy sensibles a determinadas sustancias que se inhalan.
La reacción de las vías respiratorias hace que los músculos de esa zona se contraigan y las estreche impidiendo la entrada normal del aire a los pulmones.
Esta hinchazón puede tornarse más aguda y también provocar una mayor cantidad de mucosidad, condición que puede poner la vida del paciente en peligro.
En general, la tos producida por el asma suele empeorar a la noche e impedir conciliar el sueño. Los pacientes sienten una opresión en el pecho y producen silbidos al respirar, les falta el aliento y les cuesta inhalar y exhalar el aire de sus pulmones.
Los síntomas pueden ser leves y pueden desaparecer en forma espontánea o con una mínima medicación, pero a veces se convierten en ataques o crisis más intensas que exigen un tratamiento más agresivo y hasta a veces requieren internación.
Las causas del asma son desconocidas hasta ahora; pero los investigadores suponen que pueden influir en su desarrollo factores genéticos, ambientales y emocionales.
El asma suele aparecer en la infancia, antes de los cinco años y el diagnóstico tiene en cuenta los antecedentes clínicos y familiares del paciente, el examen médico y los resultados de una espirometría, que mide el funcionamiento de los pulmones, pudiendo determinarse su grado de gravedad.
Para el tratamiento del asma se utilizan dos tipos de medicamentos, unos que controlan el estado del paciente a largo plazo y otros para el alivio de los síntomas a corto plazo.
Los medicamentos de largo plazo son preventivos e incluyen antiinflamatorios para reducir y prevenir los ataques y bronco dilatadores de acción prolongada que dilatan las vías respiratorias y relajan los músculos que se tensan durante el ataque.
Los medicamentos de corto plazo son eficaces para lograr un alivio rápido de los síntomas del asma, porque relajan los músculos que intervienen en la respiración y alivian los síntomas durante alrededor de cuatro horas.
El empeoramiento del asma se pone en evidencia cuando obliga al paciente a recurrir a los inhaladores más de dos veces por semana, cuando se producen ataques más frecuentes y más intensos, cuando limitan las actividades normales, cuando los medicamentos hacen menos efecto y cuando la gravedad de la crisis exige que sea hospitalizado.
En estos casos es necesaria la consulta médica que indicará el cambio de medicación correspondiente, recomendará controlar el estrés y tomará las medidas que sean necesarias.
Como en todas las enfermedades crónicas, los pacientes asmáticos suelen a veces no colaborar con el médico y automedicarse.
Sigmund Freud interpretaba las crisis de asma como un llanto reprimido.
El asma expresa dependencia emocional, o sea, no poder respirar solo.
Fuente: “Nueva guía de la salud”; Cormillot; “Diccionario”; Enciclopedia Salvat.