Mientras muchos transitan un fatigoso camino amoroso de pareja en pareja, extraviados en una búsqueda estéril, también existen parejas que son capaces de vivir un amor eterno.
Es probable que para lograr un amor duradero haya que reinventarlo cada día y no, después de algunos años, comenzar a tratar a la pareja como si fuera un par de zapatos cómodos.
Para Sigmund Freud, la salud mental implica ser capaz de amar y de trabajar; y cuando alguna de estas dos condiciones no funciona, nos volvemos neuróticos.
De hecho, el amor es lo que mueve al mundo y lo que hace que los seres humanos se multipliquen para que la especie no se extinga.
Aunque amamos de muchas maneras, el amor de pareja es el que nos completa.
El amor es una emoción que tiene bases orgánicas, porque es la química cerebral la que activa los genes.
Algunos están convencidos que después de unos pocos años, lo que parecía un gran amor se transforma en un hábito doméstico, un afecto filial mantenido gracias a los hijos, la voluntad y la razón. No saben que todo amor verdadero tiene que atravesar una serie de etapas, que no todos se atreven a transitar, en un mundo que se destaca por obtener objetivos a corto plazo sin prestar atención a los procesos.
La primera etapa es la luna de miel, la segunda es la lucha por el poder y la tercera es la aceptación del otro como es.
Es necesario distinguir entre el amor verdadero y el enamoramiento, porque aunque son emociones complementarias pertenecen a etapas diferentes.
Un enamoramiento es un amor romántico, no es amor verdadero hasta que permite a la persona razonar y ver al otro como realmente es y no como quiere verlo; porque la atracción irresistible obnubila el juicio crítico y sólo permite ver lo que uno quiere.
Sin embargo, esa atracción desmesurada, en el mejor de los casos y con el tiempo, puede dar lugar a un sentimiento más profundo, principalmente si esa pareja se ajusta en cierta forma, al ideal de pareja que cada uno tiene en su interior.
En ese caso, el amor verdadero, que también incluye atracción física, puede ir creciendo con los años y atravesar las crisis, los momentos difíciles, las confusiones y las dudas, hasta que la pareja decida de común acuerdo, volver a elegirse mutuamente.
El amor se construye con amor, con dedicación y atención mutua y crece si ambos individualmente también crecen.
Ninguna relación está garantizada de antemano, pero el que está seguro de sí mismo también estará seguro de su pareja; porque la autovaloración personal hace que también sea valorado.
El amor de una sola persona puede satisfacer tres deseos básicos:
Darle sentido a la existencia
Canalizar la pasión y
Lograr proyectos a largo plazo
Por lo menos esto es lo que afirma el psicoanalista Hugo Dovskin en su libro “El amor en tiempos de cine”.
El amor de una pareja será más duradero en la medida que signifique también un compromiso afectivo y que cada uno pueda satisfacer sus necesidades y deseos a lo largo de la vida.
La cuestión no es pensar en el futuro y basar la relación en su duración sino en pensar en el vínculo día a día, cultivar el afecto y no dejar que se seque por indiferencia o falta de cuidados.
El amor puede acabarse en cualquier momento ni bien alguno de los integrantes de la pareja sienta que el vínculo se ha roto de tal forma que ya no tiene arreglo.
En esos casos hay que ser valiente y enfrentar los hechos, tal vez la separación no resulte cruenta sino una liberación esperada por ambos, porque la vida empieza todos los días no importa la edad que se tenga.
Aunque los tiempos han cambiado, nadie se vincula en pareja con la intención de separarse a corto plazo, más bien la mayoría tiene la ilusión de lograr un amor eterno.
Lo que pasa ahora, que tal vez no pasaba antes con tanta frecuencia, es que las personas en general pierden más rápido la paciencia y prefieren hacer borrón y cuenta nueva antes de intentar salvar la pareja. No se dan cuenta que es probable que repitan la historia.