Un fenómeno que aumenta año a año es la educación de los niños y de los jóvenes, en casa.
En Estados Unidos ya hay dos millones de chicos que no asisten a la escuela y en cambio estudian en sus casas.
La presencia en las aulas de maestros sin ninguna formación moral ni religiosa, impulsa a los padres a alejar a sus hijos de las escuelas.
Aunque no se trate precisamente de familias devotas, son personas que desean más que nada que sus hijos tengan la oportunidad de que se les inculquen valores religiosos.
En Norteamérica, esa modalidad educativa está reconocida y aceptada por el sistema escolar pero no está reglamentada.
La Asociación para la defensa Legal de la Educación en el Hogar, es la agrupación que está realizando gestiones para conseguir el marco legal que necesita esta forma educativa; no obstante este método de enseñanza funciona sin obstáculos.
El inconveniente puede surgir cuando estos chicos tengan que convalidar su formación para acceder a la universidad.
Los defensores de este sistema enfatizan sus beneficios, sin embargo para otros, esta forma de educación priva a los menores de la experiencia de la socialización que le brinda la asistencia a clase; del aprendizaje de la convivencia con los pares, el conocimiento de otras ideas, modos de vida, preferencias e inclusive idiomas y culturas distintas.
En Argentina, aún no hay registros oficiales de esa modalidad educativa, pero ya hay familias que la implementan.
Padres de familias numerosas constataron a través de los años, las deficiencias y la decadencia del sistema educativo, tanto en el ámbito público como privado y decidieron darles a sus hijos educación a distancia, una opción que descubrieron que existe en el país, en mayor proporción de la que esperaban
Los especialistas en educación cuestionan esta forma de enseñanza, más allá de las falencias del sistema educativo formal.
Consideran importante la obligatoriedad de la presencia en clase, el contacto con los grupos de pares y el cumplimiento de las normas.
En Argentina no existe una legislación al respecto y es difícil diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria, términos que no definen con precisión este tema.
Si bien no está prohibida esta modalidad educativa, tampoco existe un registro ni una regulación.
La escuela en casa no permite compartir actividades ni competir, ni tampoco brinda la oportunidad de aprender a aceptar las diferencias.
Al no existir una normativa es difícil evaluar la acreditación de la aprobación del nivel escolar obligatorio, afirma una funcionaria del Ministerio de Educación.
La escuela está organizada para garantizar a todos la posibilidad de obtener educación en función de las necesidades particulares y de la sociedad.
Sin embargo, muchas veces el ámbito educativo es usado para estar al servicio de ciertos sectores políticos que imponen o prohíben contenidos, según sus propios intereses.
A ese inconveniente se suman las continuas huelgas de maestros por reclamos salariales y la pérdida de la calidad educativa en los colegios.
La enseñanza en casa garantiza a los padres la calidad educativa que pretenden para sus hijos y una educación acorde a sus propias convicciones,
El problema es no estar formando individuos que en el futuro tengan dificultades para integrarse a la sociedad; aunque estos chicos forman parte de un sector de la población que está en condiciones de practicar deporte de equipo, realizar actividades artísticas y otras actividades extracurriculares que les exigen relacionarse con sus pares.
Es evidente que lo que está pasando a nivel educativo se debe a las carencias del sistema, la falta de libertad en la educación, la escasa formación docente y la obligatoriedad de recibir contenidos relacionados con los gobiernos de turno con el propósito de transmitir ideología que puede ser ajena a los principios de los padres.
Fuente: “La Nación”; “Sociedad”; “Educarse sin ir a la escuela ¿es posible?”; Silvina Premat.
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